sábado, 26 de marzo de 2011

Telas


Las calles sudan sudores  de verano
aunque la gente todavía
mordisquea sus bufandas.

Las almohadas saben lo que olvido
antes de que yo llegue a saberlo.

Los pañuelos de verdad
como los contratos que importan
nunca son de papel.
El foulard de seda o sucedáneo
que usé para atarte aquella noche
me amarra a ti desde entonces
y no recordaba que los nudos fueran tan consistentes.

La mortaja,
si aún se usa cuando muera
que no me la escojan a lunares ni con rombos
y desde luego
prohibo que lleve un estampado
con la esfinge cabezona y delatora
del jodido pollo piolín.

Seré vulgar y previsible al admitir
que siento celos de todos y cada uno
de tus tangas.
Y algunas noches lloro sin lágrimas
por aquel  abrigo negro que acabe por regalar
porque me recordaba que nunca mas cumpliré
los treinta años.

No es el metal lo que perdura
no es la roca 
no es el árbol.
La historia de mis pasos
se escribe en las telas que me envuelven o acompañan
en la memoria cuadriculada
de sus telares
en la camisa que fue mi camisa de la suerte
en la loneta que forraba el sombrero salafkof
que me dejo por herencia
junto con la calvicie
mi abuelo antonio
en los miles de gorros de lana que he perdido
en las cortinas que olvido correr
cuando amanece
en las alfombras que algunas noches vuelan
y otras no
y
por supuesto
en tus sábanas

(del libro inédito "Empatar por goleada"