Sonó el teléfono y supe que eras tú. Hacía media hora que te había enviado el e-mail.
—¿Quién coño te has creído que eres?
—Uno al que propusiste un juego. Nada más. Pero si te rajas…
—No es que me raje. A ver si me entiendes: por el culo ya me han dado, ¿sabes? Y las primeras veces, no, pero después le pillé el gusto. Para ser sincera, me encanta, y las veces que hemos follando, me he quedado con las ganas de probarte.…pero, no sé, además tú eres demasiado bestia…
—O sea que preferirías que te la meta por el culo el otro tío…
—No, coño, pero… dos a la vez no he tenido dentro, igual me rompen…
—Te dije que lo olvidaras. ¿Y el culo, quién te lo rompió?
—¿Y a ti qué coño te importa? ¿O es que necesitas anécdotas para escribir tus novelas?
—No, joder, sólo estaba hablando por hablar. Si te he ofendido, perdona.
—Olvídalo, estoy un poco alterada, porque el relato me puso a cien pero me pareció muy fuerte.
—¿Qué, vamos al cine?
—Como para cine estoy ahora. Voy más mojada que un lago…, fue el hermano de mi novio, hace… hace mucho. Yo tenía dieciocho y me encantaba follar con él.
—Claro. Todo quedaba en familia.
—No seas cínico. Es que…, mira, mi novio era… salíamos desde que teníamos quince. Le daba vergüenza, decía que me respetaba y todo eso. Y yo estaba cansada de hacerme pajas, ¿sabes? Y de hacérselas a él, porque tímido o no, tenía una polla como un brazo. Pero costaba ponerlo a punto. Costaba un huevo. A veces se la chupaba y no me cabía en la boca, nunca he visto una polla tan grande…
—Gracias por hundirme en la miseria.
—No, coño, la tuya está muy bien, no me hagas que te regale le oreja, digo la polla. Pero lo de Paco era descomunal. Y yo pensaba: esto es para mí, que me lo estoy currando… Yo era muy cría pero sabía por las revistas y las pelis porno que lo de Paquito no era normal. Todas mis amigas lo sabían porque yo les había contado el instrumento que tenía, aunque no les había dicho que no me follaba porque me tenía respeto. Y estaba Raúl, su hermano. Era tres años mayor. Me caía mal, pero me miraba de una manera… ¿Cómo decirlo de una forma poética? Que se me follaba con los ojos y después se iba y yo tenía que ir corriendo a casa a meterme el dedo o lo que pillara, porque el coño me quemaba.
—Te ha quedado muy poético, sí.
—Yo ya estaba cerca de los dieciocho y era la única de la pandilla que todavía no había follado. Daba igual que ellas pensaran que sí. Yo y mi coño sabíamos que no era verdad.
—Tú, tu coño, y el hermano de Paquito.
—Sí. El muy cabrón lo sabía, y por eso me miraba así. El pobre Paquito empezó a intentarlo en serio. Pero entre que estaba todo el tiempo tenso y el tamaño que tenía aquello.. no había manera. Decidí que la única forma de salvar nuestro amor era…
—Follarte a su hermano.
—Joder, dicho así suena fatal. Pero sí. Me dije: si no tenemos ni puta idea, nunca lo vamos a resolver. Pero si yo cojo experiencia sin decirle nada, lo podré ayudar. ¡Y no me interrumpas o no acabaré nunca la puta historia! El caso es que empecé a ir a la casa cuando sabía que Paco no estaba, me ponía una mini y todo eso, y Raúl me miraba con interés. Hasta que un domingo que él estaba solo, los viejos estaban fuera y Paco había ido al fútbol, me planté en la casa y el otro supo a lo que iba. Me invitó a comer, pero el cabrón hizo que guisara yo mientras él se daba una ducha. Estaba haciendo una tortilla que si mi madre me ve, me pone un monumento, cuando Raúl volvió del baño…
—No sigas. El resto me lo imagino.
—¡Qué coño te lo vas a imaginar! Lo primero fue la sorpresa, porque se apareció desnudo y se me puso detrás, empalmado. Creí que me desmayaba, ¿sabes? Porque me cogió las tetas y me las apretaba mientras se frotaba contra mí. Me mojé en tiempo récord, en parte porque estaba claro que me quería follar, y en parte porque no estaba acostumbrada a que un tío me mostrara esas ganas, con todo el rollo del respeto de Paquito. Me puse a cien. El me arrancó las bragas y casi me corro en ese momento.
—Oye, para que me estoy poniendo tonto…
—Pues tócate, tío. ¿Qué crees que estoy haciendo yo? Tengo un dedo juguetón en el coño que me está volviendo loca. Pero no me interrumpas. Iba por cuando me arrancó las bragas. Me puse como una perra y me incliné hacia delante, pero no podía por la puta sartén y me giré. Tenía una buena polla, pero normal. Bueno, normal, tirando a grande, pero eso lo sé ahora que he probado unas cuantas. En ese tiempo sólo había tocado la de Paquito. Aunque, para ser sincera, en ese momento ni me acordaba de Paquito, ni de su polla, ni de su puta madre. El tío estaba muy bueno, y además, su actitud era salvaje, jadeaba y se notaba que me deseaba .Yo no estaba acostumbrada a eso y me puse más. Sentí que tenía que recompensar ese deseo y me arrodillé frente a él…
—¡Joder, tía! Si vieras cómo estoy…
—Me lo imagino, y se me hace agua la boca y el coño, pero ni sueñes que hoy te dejaré follarme con otro tío al mismo tiempo. El caso es que se la chupé, me cabía en la boca. Y era una delicia. A él le gustaba mucho y me agarraba del pelo y tiraba hacia dentro y me la metía todo lo que podía en la boca. Un par de veces me tocó el paladar y tuve arcadas, pero todo iba de puta madre. No era tan grande como la de su hermano, pero estaba dura, muy dura, y seguía creciendo. Creí que se iba a correr en mi boca y no hubiera sabido qué hacer, porque con Paco nunca llegaba hasta ese punto. Pero se frenó y me dijo: “yo te daré lo que estás buscando”. Me levantó en brazos y me llevó hasta su cuarto. Era el que compartía con Paquito y me lo conocía de memoria: llevaba años haciéndole pajas ahí sin lograr que se corriera. Pero ese día el cuarto me pareció diferente. Raúl me tumbó en la cama y me quitó toda la ropa. Me dijo que íbamos a jugar a un juego y de su armario sacó un pañuelo y me vendó los ojos. Yo flipaba, porque sentía sus manos por todo el cuerpo, su lengua, su polla. La busqué con la boca pero él no me dejaba, me daba vueltas en el aire y me sentía volar. Con otro pañuelo me ató las muñecas a la espalda y aunque estaba un poco incómoda lo único que quería era que me la metiera. Me puso a cuatro patas sobre la cama y sentí uno de sus dedos, ancho y fuerte, tenía unas manos grandes y duras, el cabrón. Me empezó a follar con el dedo, después con dos, y como estaba estrecha, me puso una crema en el coño y me metió tres dedos. Yo creía que iba a explotar, porque como no veía nada ni me podía mover, estaba a su merced y eso me excitaba más. Me preguntó si era virgen y le dije que sí pero que no importaba, que la quería dentro, toda, dura y hasta los huevos…
—Coño, sé menos explícita que me voy a correr y me temo que falta historia.
—Vaya si falta. Sin dejar de hacerme una paja de antología, me pegaba con la polla en el cuerpo y me decía que eso no estaba bien, que tenía que llegar virgen al matrimonio, y yo pensé que ésa era una familia de mierda con lo del respeto. Se lo dije, se lo grité más bien, y él me dijo que no me preocupara, qué él me la iba a meter toda. Casi lloro de alegría. Y me corrí, porque el cabrón movía la manos con rapidez y no sé si me había metido el puño o sólo unos dedos, pero me corrí y él siguió y siguió, por lo que a los dos minutos yo estaba igual o peor que antes y gritando que me la metiera. Me dijo que sí, que me la iba a meter. Sacó lentamente los dedos y el hueco de mi coño seguía abierto. Sentí su aliento en mi coño y sus labios y su lengua, Paco nunca me había comido el coño, nadie me había comido el coño todavía y no sabía que ésa esa la razón de la existencia, el sentido de la vida, el…
—Para, que el escritor soy yo. Y sigue, que me falta poco para correrme.
—Y a mí. Me comió el coño como estaba, sobre la cama, la cara contra la colcha y las manos atadas a la espalda. Se alejó y yo pensé: ahora me la mete. Me hizo fotos, lo supe por el sonido, pero no me importó, con tal de que me follara de una vez. Me puso la polla en la boca y disparó varias fotos más. Me la sacaba de la boca y me preguntaba que qué quería que me hiciera. Yo se lo decía. Al final, paró con las fotos. Lo sentí acercarse, inclinarse sobre mí, su cuerpo sobre el mío y la polla a lo largo del coño. Casi me corro otra vez con solo sentirla, tan caliente. Luego se retiró y yo contuve la respiración y…
—¿Y? ¡Joder, no pares ahora! ¿Qué pasó?
—Que sentí su lengua en mi culo.
—Oh, oh.
—Ya. Pero no pensé en eso porque mientras me metía la lengua, volvía con los dedos al coño y a jugar y la sensación de su lengua en mi culo era tan nueva que me disparó y me corrí otra vez pero él no paraba y yo tampoco. Me agarraba con una mano a cada lado del culo, lo abría, y me metía la lengua, toda la lengua. Yo desvariaba, tenía noción del peligro pero pensé que era un juego más, me estaba dando un recital y cuando al fin me la metiera, mi coño y yo podríamos morir a gusto. De la lengua pasó a un dedo que abría en círculos, muy suave, y la verdad es que entre lo caliente que estaba, su saliva, todos mis jugos, yo estaba abierta por todos lados. Me asustó cuando sentí la crema, fría después de su lengua caliente y el masaje. Le dije que no, que por ahí no, que estaba más abajo, ¿puedes creer lo gilipollas que yo era? Y él que nada, que no me asustara, que a la nena, a la nena dijo el muy cabrón, había que respetarla y que ese coñito tenía que estar intacto para Paquito, ¿o me pensaba que él era un hijo de puta como para romperle el coño a la novia de su hermano?
—Joder, en el fondo, era un tío legal.
—Vete a la mierda. El caso es que fue muy listo y seguía abriendo camino con el dedo lleno de crema, mientras con la otra mano jugaba con mi clítoris y yo estaba tan mareada que pensé que todo era una broma. Antes de que me diera cuenta, tenía un dedo en el culo, entrando y saliendo y girando, todo muy despacio. De pronto lo metió muy adentro al mismo tiempo que me metía en el coño tres dedos, ya te dije que yo estaba echa una cerda de tanto correrme. Y empezó a moverlos muy despacio: sacaba el del culo en cámara lenta mientras abría más, y al mismo tiempo metía los del coño. Y al revés. En un momento dejó los seis adentro, tocándose a través de la pared de carne.
—¿Los seis?
—Ya. Yo también me sorprendí cuando me lo dijo. A lo tonto, a lo tonto, me había metido tres dedos en mi pequeño culito, que a esas alturas ya no estaba tan pequeño. Giró las manos dentro y sin parar de girar y me corrí otra vez pero seguía encendida. Sacó las manos y me dijo que tenía el culo para una foto. Pensé que se conformaría con eso y le dije que sacara la foto, antes de que se cerrara. Se río y me dijo que no me preocupara, que él se encargaría de que siguiera abierto. Y me la metió.
—¿Cómo?
—¿Quieres que te haga un dibujo? ¡Me la metió toda el muy cabrón, toda en el culo, lentamente pero en un sólo movimiento! Yo no sabía que hacer, sólo podía morder la colcha porque tenía las manos atadas y además, al no ver era todo como más fuerte. Rogué para que saliera, pero al mismo tiempo para que se quedara así, quieto, aunque me sintiera partida en dos. El empezó a moverse, sin salir, despacio al principio, y detrás del dolor empecé a sentir algo. Era como si me amoldara poco a poco. Pero luego la sacó y creí morir, grité no, y él se río. “¿No era que no querías?”, me dijo. Y me la volvió a meter de un solo golpe. A partir de ahí no paró, supongo que estaba de pie sobre la cama, sobre mí, pero me la metía con todo el peso del cuerpo, sentía sus huevos chocar contra mi coño y su pelvis empujar como si quisiera entrar más todavía. Lloré, grité, aullé, gemí, y al poco tiempo halle la forma de arquear mi cuerpo para que no me doliera, ¿sabes lo que te digo? Creo que le estaba cogiendo el punto, pero él empezó con más fuerza y a gritar y gemir, se puso de pié en la cama y me levantó el culo en pompa y se lanzaba desde ahí y volvía salir, la sacaba por completo y me la metía toda otra vez…
—¡Joder! Creo que me voy a…
—¡Espérame, que falta lo mejor! Al final se corrió y sentí que me quemaba por dentro y que si no hubiera sido por el miedo, me hubiera corrido otra vez. Se quedó dentro, encima de mí, y me dijo que tenía un culito precioso, y que si no quería que le mostrara las fotos a Paco y a todo el barrio, tenía que seguir follando con él. Era gilipollas. Pese a todo, YO ya había decidido que seguiría follando con él. Después se portó bien. Me llevó a la ducha, me lavó y me trató con mucho mimo. Hasta me invitó a comer fuera, porque la tortilla estaba echa una mierda. Me acuerdo de que fuimos a una pizzería.
—Claro: algo ideal para comer de pie.
—Y que lo digas. Pero no acaba ahí.
—¿Hay más?
—Sí. Porque seguí follando con Raúl, era una cuestión de orgullo lograr que me rompiera el coño. Pero ni caso. Me enseñó mucho, pero nunca me la metió por el coño. Yo para castigarlo le negaba el culo, pero en cuanto me descuidaba, me la colaba. Y la verdad es que me gustaba, pero a él no se lo decía por resentimiento. Detesto que me engañen. Es una cuestión de principios. Con Paquito no conseguía mucho más que antes, y tuve que buscarme otro que me iniciara.
—Normal. Supongo que sería el padre.
—No te pases. Fue el novio de una amiga y se portó muy bien. Durante seis meses se portó muy bien. Después lo dejé porque pensé que ya sabía lo suficiente para tirarme a Paquito. Además, entre nosotros, con todo lo que había aprendido, me daba mucho morbo pensar lo que haría en cuanto pudiera poner en marcha ese pollón. Un domingo fui a romper con Raúl pero, para ser sincera, pensaba pegarme el último homenaje. Paco tenía partido o algo así. La moto de su hermano estaba fuera. Salté por el muro del jardín, como hacía siempre que follábamos, para que los vecinos no me vieran entrar, y cuando iba a entrar por la cocina, algo me llamó la atención. Era el silencio. Raúl, cuando estaba solo, siempre ponía la música a tope. Salvo cuando me estaba follando. Me fui por el patio hasta la ventana de su cuarto, para espiarlo. Y lo vi. ¡Se estaba follando a Paquito! Yo nunca había visto dos tíos follar, pero me quedé helada, sin perder detalle. Y qué detalle, porque mientras su hermano se la metía, la polla de mi novio estaba dura y erguida, nunca la había visto así. Pensé en salir corriendo, pero no me dio asco, y en el fondo sabía que no podía quejarme, porque yo también había jugado sucio. Sólo me jodía que Paco no me hubiera confesado que era… lo que fuera. Me quedé mirando, fascinada. Raúl se corrió entre sacudidas y Paco se agarraba la polla con las dos manos y le sobraba un montón. Pensé que lo iba a ver correrse por primera vez en mi vida, pero se frenó. Empezaron a acariciarse y me pregunté cuántos años llevarían con ese juego secreto. Y lo que paso entonces sí que me dejó helada: ¡Paco, mi Paco el tímido, empezó a preparar a su hermano para meterle todo eso! Parecía otro, más lanzado, más sensual. Sentí envidia de Raúl, salvo cuando lo vi enfilar todo ese pedazo de carne y hundirlo poco a poco en su culo. No entraba toda, pero lo que entraba era mucho. Raúl arañaba las paredes y mi Paco, lento pero inexorable, lo enculaba. Sé que suena tonto, pero me sentí orgullosa de Paco y a la vez era como si me vengara de Raúl, aunque a juzgar por la cara, parecía gustarle. Cuando todo empezó a ir más rápido, sentí que estaba caliente, muy caliente, y se me cruzó por la cabeza la idea de meterme ahí a aprovechar la ocasión. Pero hubiera sido un error. Seguí mirando. Cuando Paco sintió que se corría, sacó todo eso del culo de su hermano y se lo llevó a la boca. Nunca le había visto la polla así, aunque se la había chupado cientos de veces. Cuando se corrió en la cara de Raúl, no pude evitar correrme también. Casi me descubren.
—¿Y cuál es la moraleja?
—La moraleja es que me corté el pelo como un chico y empecé a jugar con Paco otros juegos. Se la chupaba a oscuras y la cosa funcionaba mejor. Cuando estaba caliente, le metía un dedo en el culo y se volvía loco. Empecé a llevar pantalones y cuando estábamos a solas me los bajaba dándole la espalda y sin quitarme la camisa, para que no notara las tetas. Se le ponía dura y yo me frotaba el coño con la polla y me corría como una bendita…
—¿Y conseguiste que te la metiera por el coño?
—Sí, poniéndome a cuatro patas en la oscuridad. Fue como un parto al revés, lo pude soportar y él era feliz, porque la verdad es que me quería. Al día siguiente mandé a Raúl a la mierda y nunca volvía a follar con él. Por eso te digo que no me asusta nada, pero dos tíos a la vez… de momento, no. ¿Quieres que vaya igual?
—¿Tú qué opinas?
—Pero prométeme que no me prepararás una encerrona. Déjame a mi ritmo y verás que ya lo haremos. Pero esta noche, solos tú y yo, ¿vale? ¿Lo juras?
—Lo juro.
—Voy para allí. Díle a tu amigo que el asunto se pospone.
Me soplaste un beso por el teléfono y colgaste. Yo fui hacia el cuarto, para que mi amigo estuviera preparado. Busqué en los cajones y saqué la crema y lo demás. Seguía excitado y la sorpresa por tu relato había evitado que me corriese. Me coloqué el regalo de Laura. Un arnés de correas, un tanga de piel con un agujero en la base por el que saqué con esfuerzo la polla y los huevos. Algo más arriba, el pivote de plástico parecía un juguete incongruente. Busqué en la caja y saqué lo que faltaba: una polla de látex escogida por Laura para que fuera igual en largo y grosor que la mía. La coloqué en el pivote y miré el resultado en el espejo. Tardarías todavía un poco en llegar y me entretuve mirando las dos pollas gemelas que te reservaba como sorpresa. Me quité el arnés y lo dejé preparado en un cajón junto a la cama. Antes de ir a la ducha, busqué los pañuelos de seda con que te vendaría los ojos y te ataría las manos a la espalda.
Te había prometido que no habría nadie más esperando.
Y cumpliría mi palabra.
Tu ibas a ser doblemente follada, pero no te había mentido.
Era una cuestión de principios.