sábado, 30 de agosto de 2008

Reseña de El Pescador de demonios, por Elia Barceló





(No hace mucho me refería a Steve Redwood y su novela El pescador de demonios, con la sana intención de colgar en breve en este blog una reseña de la misma. Pero después de ller la que ha escrito toda una autoridad en el asunto, como Elia Barceló, comprendí que lo mejor que podía hacer era aceptar mis limitaciones y reproducir la suya. Aquí va)

El pescador de demonios, Steve Redwood

Trad. Frank Schleper. El Tercer Nombre, Madrid, 2008. 383 pp. 19 €

Elia Barceló
La editorial El Tercer Nombre, que comenzó su andadura en 2004 y ya lleva más de cincuenta títulos publicados, nos ofrece ahora con El pescador de demonios, de Steve Redwood, la traducción al español de Fisher of Devils, novela que en el año de su publicación en Gran Bretaña (2003), fue nominada al prestigioso British Fantasy Award, que por fin ganó China Mieville con Iron Council.
No conozco la novela de Mieville, pero me atrevo a decir que si ganó debió de ser por cuestión de gustos de los miembros del jurado, ya que El pescador de demonios es una magnífica novela, tan plena, tan variada y tan rica en registros y emociones que puedo recomendarla a todo tipo de lector aunque, por supuesto, cuanto más sentido del humor tenga ese lector y más interés por los mitos fundacionales de la religión cristiana, más disfrutará de su lectura.
La historia que narra Steve Redwood no es precisamente modesta: comienza con la Creación y termina un poco después del Apocalipsis, un Apocalipsis muy especial. Sus escenarios son el jardín del Eden, el Infierno, el Limbo y el Cielo, con un par de paradas en la Estación de Tránsito. Sus protagonistas son Dios, Satán, San Pedro, Adán, Eva, la serpiente y su mujer, la Virgen María, los principales arcángeles y los principales demonios, más un par de santos y varios personajes infernales.
Y, a pesar de que después de esta enumeración, uno puede pensar que la novela tiene que ser una especie de delirio sin pies ni cabeza, no lo es en absoluto. Es una obra coherente, intensa, divertida y tierna, muy tierna, en la que el lector se identifica con muchos de los personajes, que son profundamente humanos, incluso los ángeles y los demonios.
Hace muchos años, cuando se publicó La saga/fuga de J.B., de Gonzalo Torrente Ballester, creo que fue Carmen Martín Gaite la que dijo en su reseña que la novela era «un gran disparate, considerando el disparate como género literario». En ese sentido, también la novela de Redwood lo es, enfatizando tanto el «disparate» como el «grande». Por eso es imprescindible el sentido del humor para leerla y disfrutarla como se merece.
A lo largo de la obra vamos viendo cómo la creación de Dios —que es uno entre muchos de los Dioses Nebulosos y, como todos ellos, presenta sus creaciones en las convenciones divinas e incluso ha ganado un premio por sus diseños— se va estropeando, al principio por culpa de Adán, que resulta ser un pelmazo, siempre descontento, y luego por la intervención de cada vez más humanos en los asuntos celestes (todos los santos que van llegando al Cielo, después de su muerte en este mundo). Aunque tampoco hay que olvidar los problemas que surgen primero por la rebelión de Lucifer y luego por los turbios manejos del Arcángel San Miguel —un fundamentalista y reaccionario de armas tomar—.
El hilo conductor de la novela, después de la primera parte en el Edén, en la que se sientan las bases y se presentan muchos de los personajes principales, es la visita de San Pedro al Infierno con una misión secreta, destinada a impedir el inminente Apocalipsis. Aquí, en la segunda parte, Redwood nos lleva de viaje por el Infierno, que es un planeta yermo y abrasador, donde convive una población autóctona —los sagarrines— con los ángeles caídos y los condenados, y nos hace asistir a manejos y conjuras políticos que reconocemos de inmediato como alegoría de nuestro propio mundo, a trepidantes escenas de combates en los que San Jorge —el del dragón— brilla por su valor y su absoluta estupidez–, rocambolescas y divertidísimas intrigas, problemas cada vez más acuciantes que afectarán a la creación entera.
Pero donde más brilla Steve Redwood, junto con sus magníficas descripciones, es en la creación de personajes: su Satán es, en mi opinión, el mejor desde Milton, a quien debe no poco. Desde su primera aparición en el Edén, como ángel caído —un ser torturado, ennegrecido, con las alas rotas, que conoce a Eva por casualidad y se enamora perdidamente—, lo vemos como Señor del Infierno —fanfarrón, intrigante, con toques de tirano de cualquier república bananera— y, poco a poco, como amigo leal, como ser destrozado por la nostalgia de lo perdido, como enamorado casi sin esperanza, dispuesto a recuperar lo que una vez fue suyo.
Pero si Satán es un personaje redondo y pleno, Eva es un lujo para cualquier lectora. Raras veces se encuentran descripciones de una mujer tan hermosas y entregadas como las que hace Redwood de la madre de la humanidad.
Cuando asistimos al nacimiento de Eva, leemos:
«Dios había destilado de la bruta fuerza física de los músculos de Adán el conmovedor poder de la belleza: la delicada curva de la nuca, los esbeltos brazos con apenas una sombra de pelo y una corriente sumergida de tímidas venas recorriéndolos, el elegante movimiento de cintura y cadera, los rizados arpegios del vello del vientre, las frescas y lánguidas cadencias de muslo y pierna. Una nueva clase de belleza. Una nueva clase de armonía. Una nueva clase de poder».
Y, al contemplar a la nueva criatura, el arcángel San Rafael dice:
«es como si Dios mismo se hubiera quedado atrapado dentro de ella, o al menos una parte de él, y ahora estuviera llorando por no conseguir escapar.»
Pero Eva no sólo es bella. Mi fragmento favorito, el que da la medida del concepto que nos presenta Redwood de la diferencia entre el hombre y la mujer, es el siguiente:
«Y luego quedaban sólo unos ojos perplejos, pero tranquilos, de un ser vivo que ve la vida por primera vez.
—Hola —dijo Eva—. ¿Quién eres?
Y Dios tuvo que sonreir porque Adán había preguntado —igual que Lucifer mucho tiempo antes—: ¿Quién soy?»
La traducción, de Frank Schleper, es buena, aunque no siempre acaba de alcanzar ni la gracia del original en los pasajes divertidos —cosa que es notoriamente difícil, si no imposible, cuando se trata de sutiles juegos de palabras o pequeñas variaciones de frases hechas— ni la musicalidad y la magia de los líricos, pero se nota la atención y el cariño que ha puesto en su trabajo, y el resultado se lee con agrado y fuidez.
Lo que sí debería plantearse urgentemente la editorial es la contratación de un buen profesional en corrección de estilo porque, desgraciadamente, hay bastantes erratas e incluso a veces pequeños fallos que nos resultan desconcertantes, como cuando en la página 349 leemos que había «dos demonios, dos santos, y dos demonios», lo que deja claro que el corrector no ha acabado de enterarse de que se trata de dos especies diferentes (“devils” y “demons” en original), y no parece fallo del traductor, que en otras ocasiones ha demostrado dominar perfectamente las diferencias.
No queda más que agradecer a la editorial la perspicacia de haber hecho accesible al público español esta novela, y al autor el haber escrito una obra original, atrevida, iconoclasta, que nos hace a un tiempo reflexionar y reir, que nos deja con un excelente sabor de boca y con muchas ganas de seguir leyendo novelas suyas. ¿Para cuándo otra, Steve?

Elia Barceló
Cursó los estudios de Filología Anglogermánica en la ciudad de Valencia en 1979 y Filología Hispánica en la Universidad de Innsbruck,Austria en 1995, obteniendo el doctorado en esta última. Ahora reside en Áustria dónde escribe desde 1981 y donde es profesora de literatura hispánica.

Es una de las tres escritoras más importantes, en lengua castellana, del género de la ciencia-ficción, junto con la argentina Angélica Gorodischer y la cubana Daína Chaviano, junto a quienes integra lo que se ha denominado "la trinidad femenina de la ciencia-ficción en Hispanoamérica".

Parte de su obra ha sido traducida al francés, al italiano, al catalán y al esperanto. Desde 1997 escribe también para los más jóvenes.

Premios [editar]

* Premio Ignotus de ciencia ficción en 1991
* Premio EDEBÉ de literatura juvenil en 1997 y 2006
* Premio Internacional de novela corta de ciencia ficción de la Universidad Politécnica de Cataluña 1993.

Obras más destacadas [editar]

* Sagrada. Ediciones B, Barcelona, 1989.
* Consecuencias Naturales. Madrid, 1994
* El mundo de Yarek, premio UPC 1993, Barcelona, 1994. Editorial Lengua de Trapo
* El caso del Artista Cruel, premio Edebé, 1998.
* La mano de Fatma, 2001.
* El vuelo del hipogrifo, 2002. Editorial Lengua de Trapo
* El caso del crimen de la ópera, 2002.
* El secreto del orfebre, 2003. Editorial Lengua de Trapo
* Disfraces terribles. Barcelona, 2004. Editorial Lengua de Trapo
* El contrincante, 2004.
* Cordeluna, premio Edebé, 2007.
* Corazón de Tango, 2007. Editorial 451 Editores

viernes, 29 de agosto de 2008

Los héroes nunca fueron lo que eran (I)

(Sección dedicada al Tigre Oyola, fan, como yo, de las historietas de super héroes)

Tantos años creyendo que eran ejemplo de rectirud moral y todo eso, media infancia agarrándote a trompadas con los que decían que Batman y Robin eran más que amigos, y que por algo Superman nunca le daba un supermeneo a la Lois Lane; tanto tiempo pregonando que lo de las mallas ajustadas era para tener más facilidad de movimiento frente a los super villanos... para descubrir que uno estaba equivocado.
(La mayoría de las portadas están sacadas de
www.superdickery.com, una página dedicada a las rarezas de los héroes)


Creo que han borrado los bocadillos del original, pero me dice gente que sabe más inglés que yo (no es difícil), que los textos seguían dando miedo...




Puede que todo empezará aquí, junto a este lago, y que la culpa, como siempre sospechamos, fuera de Robin. Atención a las caritas de Bruce y Clark, que hablan por sí solas...




Otro que bien baila. El poderoso Thor ofreciendo a los niños ¿"quieres tocar mi martillo?".... Sin palabras. ya no se puede confiar ni en los dioses del Olimpo.



¿Qué es lo que el gigante, de espaldas, muestra a los niños que los miran con asombro? Al menos en la portada tienen el detalle de advertir que son historias para audultos...



Ya he dicho que mi inglés es casi inexistente. Pero aún así, y tras consultar, el texto original de esta viñeta o deja dudas: cada oveja con su pareja...

Dentro de unos días,más...

jueves, 28 de agosto de 2008

Los cuentos del huevo izquierdo


(Foto Guadalupe Alonso)


Un lunar con forma de estrella


Estoy harto de majaras. Se me pegan sin previo aviso y la naturalidad con que asumo sus delirios me preocupa, a veces. Cuando estoy sobrio. Me preocupa pocas veces.
Entra esa mujer y los clientes contienen el aliento Hay mucha gente hoy porque tocará alguna banda de jazz con muchas ganas pero poco talento. Se sienta a mi lado. Pide un whisky y me dice:
—No pienso follar contigo. Eres un canalla.
Va a empezar. Estoy harto de majaras. De verdad. Pero ha dicho “canalla”. No ha dicho mamón, maldito cabrón, jodido hijo de puta, o definición parecida. Una mujer que dice canalla frunciendo así los labios, tiene algo de reina. Aunque esté loca.
Lleva un vestido rojo y el amarillo de su pelo en un sol de bote pero le sienta muy bien. La tela roja ciñe su cuerpo y no le sobra nada. El escote podría servir de escenario para la actuación de un coro de pueblo, pero dudo que nadie prestara atención a las voces ni a la melodía. Lola me asesina con la mirada pero nunca dirá nada. Nadie es de nadie y yo soy nadie.
—Eso es lo que eres: un canalla. Y ni sueñes en llevarme al servicio de este bar y romperme las bragas y hacérmelo contra los azulejos. Ni lo sueñes—. insiste ella.
—Llevo siglos sin soñar —informo—. Y sin romper bragas.
—No intentes liarme con tus tretas de poeta. He leído tu libro.
—No esperes que te felicite.
Se remueve en el taburete y el movimiento agita su cuerpo. Joder. Necesito otra cerveza.
Busco las cerillas en el bolsillo y las arrojo sobre la barra.
Cuento. Diez. Diez es par. Par es sí. Joder.
—La sexta, Poe —contabiliza Lola mientras me alcanza mi Maohu.
—No te hagas el apático —dice la rubia—. Sé que eres un maldito canalla. Con el cuento del escritor te dedicabas a engañar jovencitas ingenuas para tirártelas.
No discuto. Hace tiempo que sospecho lo mismo, pero entonces era tan idiota que pensaba lo contrario. Hasta que empecé a caer. Aún estoy en ello.
—“Pájaros de amor pegados en los azulejos y en los cuerpos”— declama con tono burlón. A mí también me suena muy cursi—. Menuda chorrada. ¿Te suena el nombre de Daniela? Tenía dieciéis años, hace unos siete..., delgada, cintura estrecha, caderas generosas, un lunar con forma de estrella en la teta izquierda...
Lo del lunar con forma de estrella sí que me suena de algo. Hubo un tiempo en que me interesó la astronomía. Luego dejó de interesarme todo.
La mujer abre su bolso, espia el contenido, comprueba que todavía lleva lo que busca y sigue hablando. Por algún motivo el bolso me parece muy pesado para ser tan pequeño.
La banda se prepara y antes del primer acorde se que atacarán con una versión de La chica de Ipanema. Atacar es el verbo adecuado.
—El taller literario. ¿Recuerdas? Daniela era sensible y tierna, llena de ideas y ganas de escribir. Y llevaba tu libro a todas partes. Su poema preferido era el de los azulejos, decía que dentro de la brutalidad de tus descripciones, había mucha dulzura...
Un lunar con forma de estrella en la teta izquierda. Diez cerillas y es un sí. Joder. Estoy harto de los majaras. La rubia se acerca y ya va por el tercer whisky sin soltar el bolso que pesa demasiado. Tiene un cuerpo de pecado y aunque intenta ser vulgar no puede ocultar que tiene clase. Y un pecho impresionante. Dos.
—Daniela hizo de todo para conocerte, y en cuanto supo del taller literario, se apuntó sin dudarlo. Decía que tu decisión de hacer las reuniones en un bar era un rasgo de autenticidad. JA.
No me gusta esto. Ella se acerca más en cada frase y las cerillas han dicho sí y el bolso entreabierto es una fea promesa. Recuerdo un lunar pero no en una teta.
—Daniela hizo lo posible por destacar, por llamar tu atención. Tenía una fotocopia de una foto tuya de una revista, ampliada y pegada sobre su cama.
—No es para tanto. Hay gente que tiene la foto de Michael Jackson.
—No juegues al cínico conmigo, Poe. ¿Así te llaman ahora, verdad? Me costó encontrarte, nadie sabía de tí y no pensé que hubieras caído tan bajo. Pero te encontré. Cuando una tiene una misión, acaba por cumplirla.
Mete la mano en el bolso pero se arrepiente. No es el momento.
Bebemos un rato en silencio. Varios moscones se acercan a ella pero los espanta con una mirada de desdén.
—Daniela estaba obsesionada por ese poema. Una guarrada más, un listo describiendo cómo se tira a una tía en el baño de un bar. Pero ella se lo sabía de memoria y siempre lo recitaba. Pero tú sólo tenías ojos para esa jodida cría calva… Una noche, la última noche que fue a tu asqueroso taller literario, no lo soportó más y se coló en el baño detrás de ti, se desnudó para ofrecerse, y tú la rechazaste.
Veo un desfile de baños y azulejos, estrellas que brillan en tetas izquierdas, y el humo de unos ojos que no consigo recordar. Eso fue antes de caer el todo, y desde entonces he oído varios cracs y muy pocos clics. Uno puede seguir tirando cuando oye un clic de vez en cuando. Pero cuando todo son cracs, sólo puede dejarse caer.
El local se anima y sólo veo la mano dentro del bolso. Termino mi cerveza. Las cerillas pares te arruinan la vida, porque significan “sí” y contra eso no se puede hacer mucho.
—Vamos —le digo y tomo su mano.
Nos mezclamos entre la gente que sigue el ritmo con la cabeza o con sus vasos. Lola ha quedado atrás. Entramos a los servicios. El Flautista loco mira su flauta extrañado. Sólo consigue tocar cuando se sienta en el váter y entonces sopla maravillas. Pero esta noche la flauta sigue muda. Me mira un momento y sale.
—Daniela...—dice ella.
La empujo sin violencia hacia una de las puertas. Busca con la mano en el bolso pequeño y pesado. La abrazo por detrás pero no se resiste. Le muerdo el cuello y gime. Mis manos caminan por su cuerpo, se meten debajo del vestido rojo, aferran sus caderas como si fueran asas de un ánfora llena de un líquido caliente y volátil. Encuentro las tiras del tanga y al sentir la presión se revuelve contra mí. Tiro hasta romperlas y la tela resbala hacia abajo. Juego con dedos en su sexo y está húmeda. Otra mano recoge el vestido rojo, acaricia su vientre y sube hasta el pecho. También bajo los tirantes y enrollo el vestido en su cintura. No lleva sujetador. No lo necesita.
—Daniela... dice otra vez pero se interrumpe.
Entran un par de clientes a descargar para hacer sitio para más cerveza. Hablan a tropezones pero comentan lo buena que está la rubia de la barra y que no se explican cómo pierde el tiempo con el borracho de Poe. Yo no pierdo el tiempo y buscó en mi pantalón y entro. Los tíos se van y nuestros gemidos rebotan en los azulejos del baño. Ni siquiera era un buen poema, no sé por qué a todas les causa el mismo efecto. La rubia colabora, gobierna con la cara contra los azulejos, ataca y vuelve, parece no advertir que su cabeza golpea contra la pared al volver. Todo es brumoso y ruin, todo es brillante. Sigo hasta estallar y un poco más, mientras ella se sacude. Y cuando salgo, suspira y recupera la decisión. Se vuelve con la mano dentro del bolso y ya no me importa.
—¿Por qué? —pregunta.
—¿Por qué no?
—¿Por qué ahora y no entonces, cuando Daniela...?
—Porque era una chiquilla tierna, porque hasta yo tengo mis principios, y, seguramente, porque estaría muy borracho. Además, el baño de aquél bar donde nos reuníamos, era muy cutre.
Me mira a los ojos y me sorprende que tenga unas ojeras nuevas, de sexo, y ese brillo en los ojos. Se baja el vestido. Antes se subir la parte superior, se exhibe. En la teta izquierda tiene un bonito lunar con forma de estrella.
—Llevo tiempo buscándote —dice mientras mantiene la mano en el bolso—. Tengo algo para ti.
Cierro los ojos. No vale. Quiero verlo venir. Los abro.
Saca un sobre que contiene un tarjetón de color sepia. Es una invitación para la boda de una tal Daniela López con un tal Orlando Sanz. Es un tarjetón caro, como la sala de fiestas donde se celebrará la fiesta.
—He podido olvidarte, canalla. He conocido a un chico bueno y sensible y me caso el sábado.
—Ya.
—¿Irás? —pregunta.
—No lo sé. ¿Habrá buena bebida?
—La mejor y en cantidad. Yo misma me ocupé de elegir el menú y la sala. Además, tiene unos baños impresionantes.
Se arregla el vestido y se marcha, como una reina.
Fumo un cigarrillo sentado en el inodoro.
Estoy harto de los majaras. De verdad.
Salgo al bar y eludo la mirada de Lola.
Busco la puerta de la calle y me siento en la acera.
Necesito mirar las estrellas.

domingo, 24 de agosto de 2008

Crítica de David G. Panadero

Matar y guardar la ropa. Carlos Salem. Salto de Página.

Todo ocurre por algún motivo.

Por David G. Panadero.

Cuando un escritor se enfrasca en la solitaria actividad de escribir una novela, lo hace porque tiene algo que contar, una historia que contar. Pero hay casos en los que el escritor parece tener muchas, muchísimas pequeñas historias que contar, plasmando en ellas sus vivencias, su forma de ver el mundo… Y así sucede con Carlos Salem en Matar y guardar la ropa. No caeremos en el atrevimiento de decir que se trata de una historia coral, que no lo es. De hecho, el autor plantea una historia que se sigue perfectamente, con planteamiento, nudo, lista de sospechosos y desenlace. Sin embargo –y aquí hemos de hacer todo el énfasis que sea necesario–, quien se quede con la sucesión de acontecimientos, quien siga la trama tal cual es, sin duda se estará perdiendo las deliciosas carreteras secundarias que plantea el autor, en las que, a menudo, aporta una pequeña enseñanza, plantea alguna duda, o al menos retrata alguna situación vital de indudable interés.
No olvidemos que Carlos Salem se está labrando una trayectoria de prestigio; su novela de debut, Camino de ida, ha sido reconocida con el galardón Memorial Silvero Cañada en la Semana Negra de 2008, y ello se debe a su gran calado psicológico, la habilidad para retratar y reconocer situaciones humanas, siempre con el sentido del humor –pelín canalla– por delante.
Respecto a Matar y guardar la ropa, El asesino a sueldo Número Tres es destinado a un camping nudista de Murcia. Se sabe que alguien debe morir; ¿pero quién? En un delicioso juego de azar que dejaría perplejo al mismísimo Paul Auster, las diferentes personas que han desempeñado un papel importante en la vida de Número Tres van apareciendo por el camping para disfrutar de unas tranquilas –¿hemos dicho tranquilas?– vacaciones. Su ex mujer pasaba por allí, al igual que el nuevo novio de ésta, un juez estrella infalible. Y al igual que el inolvidable amigo de la infancia…
Carlos Salem maneja la trama con habilidad, sorteándola de pequeños giros, regalándonos una prosa llena de fibra donde no hay palabras de más. Es imposible resistirse al contagio de diversión con que está escrita la obra, en la que, como decíamos, pasa revista a las diversas situaciones de la vida. En palabras de Arturo García Ramos, en ABCD, “Las virtudes de este narrador residen en buena medida en su vena irónica, en su visión paródica de la vida corriente sometida al más puro disparate”.
Todas estas reflexiones nos podrían llevar a señalar un rasgo muy llamativo de la obra: quizás, mirada a fondo, no pretenda ser una novela negra, en el sentido tradicional, con el poso realista que habitualmente se ha otorgado al género. Salem parece encontrarse más a gusto estableciendo estas metáforas vitales, desde las cuales reflexionar sobre las relaciones: esos hijos que se sienten decepcionados por sus padres; esos maridos que achacan el paso del tiempo, conservando poco de lo que fueron en otros tiempos… En Matar y guardar la ropa no hay espacio para las casualidades. “En las novelas, como en la realidad, todo ocurre por algún motivo”

(David G.Panadero es periodista, editor, crítico y escritor, no necesariamente en ese orden. Entre muchas otras tareas, es el director y alma mater de "Prótesis", publicación dedicada al crímen". Es, también, un experto en novela negra de los que sabe cuántos cafés se tomaba Marlowe en "El largo adiós", y además analiza el porqué, y uno de los tipos cuya crítica de mi segunda novela más temía,no por que tenga mala leche, sino porque sabe y mucho... UF! hubo suerte. Gracias, David)

sábado, 23 de agosto de 2008

Semana Negra y fecunda (II)

(Falta tiempo y sobran fotos y gente a la que agradecer esos días en Gijón en los que la XXI Semana Negra fue una excelente coartada para hablar de lo que nos gusta y conocer gente que te demnuestra que no estás loco o que por lo menos hay más locos y eso ayuda. Así que seguiré colgando las fotos a medida que vaya pudiendo, como una forma de seguir alli...)




Judith Vernat, editora de Moisson Rouge, una de las editoriales francesas que se interesó por lo que pasaba en Gijón y buscó la forma de llevar esas palabras engras en español al idioma de los galos. En el primer tirmestre inaguran una colección dedicada a la Semana Negra...




El formidable novelista cubano Lorenzo Lunar, Paco Ignacio Taibo II, padre de la criatura que cumplía 21 años, y el novelista Sebastien Rutés, autor de La mortaja del Viejo Mundo ,que ojalá veamos pronto publicada en español, y un tipo de esos con los que te apetece seguir en contacto. En eso estamos...





Servidor, el Tigre Oyola y al centro Daniel Martínez, uno de nuestos esditores de Salto de Página, que todavía no se podía creer el doblete logrado por Chamamé y Camino de ida, Premios Hammett y Silverio Cañada respectivamente. (nosotros tampoco nos lo terminábamos de creer...)





Aquí pidiéndole un autógrafo a Ernesto Mallo, otro descubrimiento, como persona y como novelista. El año pasado ganó el Cañada con La Aguja en el pajar y este año fue finalista del Hammett con Delincuente Argentino (y no es una auobiografía, como yo creia...)


Foto de familia de los ganadores de los diferentes premios de la XXI Semana Negra de Gijón:
Atrás, a la izquierda, Javier Negrete (Ganador del Premio Celsius 232 a la mejor novela de ciencia ficción con "Alejandro Magno y las águilas de Roma"), Leonardo Oyola (Ganador del premio Dashiel Hammett a la mejor novela policial en castellano ocn "Chamamé"). Delante, a la iquierda, Antonio Sarabia (Ganador del premio Espartaco de novela Histórica con "Troya al amanecer"), Carlos Salem (Ganador del Memorial Silverio Cañada a la mejor primera novela con "Camino de ida"), Sanjuana Martínez,( Premio Rodolfo Walsh a la mejor obra de no ficción policiaca con "Prueba de Fe"), y Juan Ramón Biedma (ganador ex aequo con Oyola del premio Dashiel Hammett con "El imán y la brújula")



Otro descubrimiento: Juan Esteban Constaín, novelista colombiano afincando en Italia, finalista del Premio Espartaco de Novela Histórica con "El naufragio del Imperio", un libro que excede el género por su calidad y originalidad bien documentada. No en vano Constaín, pese a su juventud, es todo un erudito y sin embargo, un tipo divertido. De hecho,el extraño gorro que llevo es suyo...




El novelista chileno Roberto Ampuero, autor entre otros de "Los amantes de Estocolmo" y que en breve publicará "El caso Neruda", que supone el retorno de su detective, Cayetano Brulé. Pese a estar traducido a una dedcena de udiomas y acumular otros tanto premios literarios, Ampuero es un tipo llano y amable, dispuesto a conversar con novatos pesados como yo...


La escritora argentina Alejandra Zina, nostálgica ante la parrilla circular cargada de carne. Y eso que en Gijón nos alimentaron muy bien... Pero es que donde se ponga una parilla...



El gran-gran Jesús Lens, uno de los que mantiene las cladera encendidas todo el año desde su blog, Pateando el mundo, con el mérito agregado de no ser un espacio sólo de novela negra. Lena acerca la gente a los libros y viceversa, y lo hace con generosidad infatigable. (NOTA: No es que é esté subido en una escalera o yo metido en un pozo: es que tío es así de alto...)

CONTINUARÁ....

miércoles, 20 de agosto de 2008

Migas de pan






Cuando era niño, a Sotanovsky el mundo se le antojaba un lugar enorme, lleno de lugares y personas que eran puntos diminutos.Y llegar de un punto al otro representaba el riesgo de equivocar el camino.
Su mayor temor, era perderse.
Por eso iba fijando cada detalle con la mirada, erosionando buzones, señoritas en edad de merecer, portales y jubilados en sus respectivos bancos. Pero los ojos se le llenaban y cuando lloraba, sobre todo si ocurría en abril, sentía que cada lágrima le iba lavando datos de un valor incalculable.
Buscó consuelo en el saber, pero los filósofos griegos no le fueron de ayuda. El que decía que un río no era nunca el mismo rió le hizo pensar en el suicidio temprano, y al buscar una guía en Aristóteles, el método peripatético, aplicado a sus desvelos,se le quedaba en patético y gracias.
Cuando llegó a la adolescencia, se empeñaba en pensar que no había llegado: la había encontrado, aunque nunca supo cómo ni para qué. Cuando se incendió su instituto, dudó entre salvar el contenido de la sala de mapas y el contenido del vestido azul de la joven profesora de historia. Salvó a la profesora, y en agradecimiento, ella le enseñó a recorrer los senderos de su cuerpo guiándose por un sistema de gemidos y lunares que si bien no era demasiado exacto, al menos resultó revelador.
Su reloj era una brújula,su llavero un sextante, pero dejó de orientarse por el sol cuando comenzó a sospechar que la esfera cambiaba de trayecto sólo para confundirlo.
Lo de las migas de pan fue un resabio de niñez y cuentos, pero al menos le proporcionaba la tranquilidad de dejar una huella reconocible para volver sobre sus pasos, y alimento suficiente en los bolsillos si el hambre lo asaltaba en mitad de una excursión por la ciudad. El único problema eran las palomas, comedoras de senderos de regreso, ante las que desarrolló primero un odio tenaz, y luego un desapasionado instinto de eliminación. Nada personal.
Pero el mundo se le seguía antojando un bosque enorme en el que cada árbol mareaba las direcciones y cada arbusto era un cruce de caminos. Comenzó entonces a reforzar los rastros de migas de pan con otros indicios: la nariz desmesurada de una señora con un perro, la triste mirada nostálgica de un adolescente que suspiraba en una esquina, un paquete de cigarrillos en la acera, vacío y pisoteado y sin intención aparente de ir a ninguna parte. Desesperaba al comprobar la tendencia perversa de esas señales a cambiar de sitio, confundiendo sus pasos y sus actos. Así, por culpa de un gato negro con el morro salpicado de blanco, la tarde en que iba a declararle su amor eterno a una rubia licenciosa, acabó en el portal y el cuerpo de una morena tímida con avidez de contratos, de la que tardó años en librarse. Y lo peor fue que, de todas su señales vivientes, de todos los jalones con que marcaba sus itinerarios, el único que permanecía inmóvil era la morena tímida ávida de contratos. Por eso acababa volviendo a ella, incluso un cuarto de hora después de haberle anunciado que se marchaba para siempre.
Casi todo lo que ganaba lo gastaba en pan y en medios para eliminar a las palomas. Y así fue creciendo, con la certeza del error alojado en la suela de sus zapatos.
El mundo le seguía pareciendo enorme, y sus habitantes, él incluido, minúsculos puntos tan insignificantes como las migas de pan que cargaba en los bolsillos.
En uno de sus retornos por error, la morena tímida, etc, declaró haber hallado la solución a su problema y le regaló un GPS. Él estudió el aparato y concluyó que semejante adelanto técnico de poco lo servía: no deseaba saber adonde estaba en cada momento, sino cómo volver a ellos.
Cierta mañana, cuando ya pisaba la madurez, tuvo seguridad de la inmensidad del mundo y de su propia pequeñez. Caminaba por el parque, atento a los senderos, y supo que cada humano era una miga de pan que marcaba un trayecto exacto o caprichoso, hitos ajenos que igual marcaban el camino de la vida, que el sendero tortuoso de la muerte. O que no marcaban nada. Entonces vio la sombra que intuyó una nube colosal cruzando el cielo, y al alzar la cabeza vio descender la gigantesca paloma, con el pico abierto, sobre él.
Nada personal
Su último pensamiento fue que al coloso que lo había dejado caer en su camino, le costaría mucho hallar el trayecto de regreso.
Y sonrió por primera y última vez

martes, 19 de agosto de 2008

Piropos de Steve Redwood, nada menos...

(Conocí a Steve Redwood en la Semana Negra de Gijón. Un tipo sonriente y amable con el que me cruzaba a cada rato en la cafetería del Hotel Don Manuel, punto de encuentro de los asistentes. Yo era- soy- un novato de 48 años y no conocía a casi nadie, de modo que no era raro que hablara de cualquier cosa con alguien y al rato descubriera que era un autos que había leído y admiraba, o -peor, tŕágame tierra- , que no había leído porque no hay presupuesto ni jornada que aguante para ponerme al dái con todo lo que quiero leer. Con Steve , sin embargo, tenía ganas de charlar sin saber si era dibujante de cómic, novelista, autor de documentales y sólo un amable observador de los paisajes y las muchachas (¿es que hay alguna diferencia?), pero cuando acudí a la presentación de su novela "El pescador de demonios", comprendí que estab ante algo más, mucho más, que un tijo simpñatico. El libro no es sólo una relectura cachonda de la Biblia, es una visión en la que el manejo del texto propicia la ironía más fina y al mismo tiempo una reflexión muy interesante. No en vano llegó a la Semana Nergra apadrinado por la hiperactiva Elia Barceló, que tras leer la novela no paró hasta que Steve estuvo en Gijón. El libro lo ha editado El Tercer Nombre y lo recomiendo a los que sepan disfrutar de una lectura inteligente y llena de talento.
El caso es que Steve, que suele parar por Madrid y desde aquellos días de Julio ya ha caído en las garras del Bukowski club, leyó Matar y guardar la ropa y me envió un extenso comentario sobre mi segunda novela, que por pura vanidad -y porque él em ha alentado a hacerlo- resproduzco en parte aqui. Viniendo de un escritor como Redwood, estos piropos valen mucho. Gracias.)



"¡Una maravilla! Claro que estoy hablando de Matar y guardar la ropa. Engancha, y engancha más, y después ... te engancha aún más, despiadadamente (me dormí - bueno, soy insomne total , apagué la luz - a las cuatro de la madrugada, por tu culpa) ! La línea argumental, el 'setting', los personajes, las complicadas relaciones entre todos ellos, el suspense con cada giro, lo extraño tener a un asesino a sueldo como protagonista y lo difícil de lograr, como has hecho, que el lector se ponga de su lado (ya que no hay nada de fácil sentimentalismo, de remordimientos), un estilo escueto, muy logrado :
(Trampa
Trampa
Trampa
que es mucho más fuerte que trés páginas de los pensamientos íntimos de un personaje), y una buenas y muy saludables dosis de sexo."

lunes, 11 de agosto de 2008

En El Periodista Digital

(Gracias, Guillermo)

Un negro salto de página (Sobre L. Oyola y C. Salem)

Por Guillermo Roz

11.08.08 | 08:46. Archivado en Literaturas

Desde que llegó Camino de Ida de Carlos Salem, todo lo que viene de la Editorial Salto de página parece traer nuevos y buenos vientos. Tanto es así que este año el salto de la editora es un gran salto con las muy merecidas premiaciones de Matar y guardar la ropa, la segunda novela de Salem (Premio Memorial Silverio Cañada a la primera novela negra publicada) y Chamamé de Leonardo Oyola (Premio Hammett a la mejor novela policíaca de 2007 escrita en español)

Chamamé de Leonardo Oyola es un milagro, no, dos milagros, no, perdón, son tres. El primero el de que con tanto lunfardo y guaraní y referencia de una argentina pretérita, le entendamos y sigamos la trama perfectamente, los argentinos. ¿Y los españoles? Pues es ese es el segundo. El tercero es que esta excelente novela haya sido premiada por un jurado español con más nada más ni nada menos que el Dashiell Hammet. Todo esto no certifica que Oyola sea Dios pero sí un fenómeno de la lengua que puede contar una historia trepidante, a un ritmo de alucinación, con un lenguaje complejísimo y que así y todo lo sigamos, y nos guste.
La historia va de dos piratas del asfalto que recorren el litoral argentino a ritmo del rock nacional. Son socios y son enemigos, son dos personajes que encarnan la marginación y la poesía del crimen en una gesta de sketches brillantes, sucesos en cárceles, descampados y rutas salvajes. Y en medio de todo eso la mística de la fé (uno de los dos es el pastor Noé y cada uno de sus macabros movimientos los justifica como parte de su plan para construir su parroquia) y la de cierto romanticismo de estrella desde la pobreza, de self made man, encarnada en el otro, el Perro (un muchacho que toma de la lírica del rock patrio casi todas las líneas de su guión).
Para el crimen, para el amor y para la muerte Oyola construye personajes desde el pozo de lo más horrible y de lo más humano, y con ellos una épica de una parte de la cultura argentina, divertida y regionalista como un buen chamamé.

La magia de Salem se renueva y aún mejora. En Matar y guardar la ropa otra vez hay una misión imposible, como en su piropeada Camino de ida. Esta vez será Juan Pérez Pérez, un hombre de doble vida (correcto padre de familia por un lado y sicario por otro), quien se encontrará ante su encargo más difícil: matar a uno de los personajes de los que veranean en una playa de Murcia. La dificultad y gracia del asunto radica en la cantidad de personas conocidas de Juan Pérez Pérez (Número Tres según el código que le impone su “empresa”) que frecuentarán la maldita playa: sus hijos con su ex mujer, el juez estrella de la lucha contra el crimen, un amigo de la infancia y una tal Yolanda que parece pueda llevarse el corazón de nuestro héroe.
Esta novela que habla de la muerte, es una comedia y viceversa. La obra dividida en 29 capítulos más un epílogo de tono Bogartiano, pone en escena una voz inconfundible ya, la de Carlos Salem. Con sólo dos libros, el hombre de Malasaña, ha sabido crear una voz propia, un estilo que hace que lo negro sepa hablar de amor, que lo cómico sepa pensar filosóficamente y que a través de diálogos brillantes el lector pueda enamorarse de sus personajes entrañables.
Apostaría y votaría con gusto por esta novela como una de las grandes candidatas para el próximo Premio Dashiell Hammet.

sábado, 9 de agosto de 2008

Los más vendidos, ESTUDIO EN ESCARLATA

Listas publicadas por la librería especializada
en géneros ESTUDIO EN ESCARLATA

1. Carlos Salem, Camino de ida, Salto de Página
2. Leonardo Oyola, Chamamé, Salto de Página
3. Juan Ramón Biedma, El imán y la brújula, Ediciones B
4. Ernesto Mallo, La aguja en el pajar, Planeta Argentina
5. VV.AA., Prótesis nº2. Nueva época, Vosa-Diabolo
6. Marc Behm, La mirada del observador, RBA
7. Jim Thompson, El asesino dentro de mi, RBA
8. Andrzej Sapkowski, El último deseo, Alamut
9. Carlos Salem, Matar y guardar la ropa, Salto de Página
10. José Oliver, Bartolo Torres, El joven Lovecraft, Diabolo
11. Lorenzo Lunar, Que en vez de infierno encuentres gloria, Zoela
12. Rodolfo Martínez, Sherlock Holmes y el heredero de nadie, Alamut
13. John Scalzi, Las Brigadas Fantasma, Minotauro
14. Camilla Läckberg, La princesa de hielo, Maeva
15. Domingo Villar, Ojos de agua, Debolsillo
16. Enrique Jardiel Poncela, Novísimas aventuras de Sherlock Holmes, Rey Lear
17. Enrique Jardiel Poncela, Los 38 asesinatos y medio del Castillo de Hull, Rey Lear
18. Philip K. Dick, Sueñan los androides con ovejas eléctricas, Edhasa
19. Pilar Pedraza, El síndrome de Ambras, Valdemar
20. Jeff Lindsay, Querido Dexter, books4pocket
21. Arthur Conan Doyle, Todo Sherlock Holmes, Cátedra
22. Javier Negrete, Salamina, Espasa
23. Alejandro Gallo, La última fosa, Laria
24. Steve Redwood, El pescador de demonios, El Tercer Nombre
25. Manel Loureiro, Apocalipsis Z, Dolmen
26. John Milius, Dennis Aaberg, El gran miércoles, Pàmies
27. Max Brooks, Guerra mundial Z, Almuzara
28. Jerónimo Tristante, El misterio de la casa Aranda, Maeva


http://estudioenescarlata.blogspot.com/2008/08/julio-2008-los-ms-vendidos.html

1. VV.AA., Prótesis nº2. Nueva época, Vosa-Diábolo
2. Leonardo Oyola, Chamamé, Salto de Página
3. Carlos Salem, Camino de ida, Salto de Página
4. Juan Ramón Biedma, El imán y la brújula, Ediciones B
5. Abraham Merritt, Los habitantes del espejismo, Los libros de Barsoom
6. Marc Behm, La mirada del observador, RBA
7. Carlos Salem, Matar y guardar la ropa, Salto de Página
8. Ernesto Mallo, La aguja en el pajar, Planeta Argentina
9. VV.AA., Weird Tales (1933-1942), La Biblioteca del Laberinto
10. Jim Thompson, El asesino dentro de mi, RBA
11. Rodolfo Martínez, Sherlock Holmes y el heredero de nadie, Alamut
12. VV.AA., Prótesis nº1. Nueva época, Vosa-Diábolo
13. Stieg Larsson, Los hombres que no amaban a las mujeres, Destino
14. José Oliver, Bartolo Torres, El joven Lovecraft, Diabolo
15. Pilar Pedraza, El síndrome de Ambras, Valdemar
16. Lorenzo Lunar, Que en vez de infierno encuentres gloria, Zoela
17. Andrzej Sapkowski, El último deseo, Alamut
18. VV.AA., Delirio nº 2 Junio 2008, La Biblioteca del Laberinto
19. Enrique Jardiel Poncela, Novísimas aventuras de Sherlock Holmes, Rey Lear
20. Domingo Villar, Ojos de agua, Debolsillo

jueves, 7 de agosto de 2008

Camino de ida, por ENRIQUE BIENZOBAS

Evidentemente Octavio Rincón no es James Bond, pero tiene un amigo llamado Soldati que con un alambre es capaz de todo, por lo que no necesita a Smithers (como creo que se llama el que inventa esos artilugios tan eficaces para el agente 007). Alambre frente a tecnología. Imaginación frente a imposición. Tampoco Dorita es Ingrid, pero uno no puede dar marcha atrás cuando, al enterarse de que su mujer ha muerto, le crece la polla. Por eso en Camino de ida, del argentino Carlos Salem, no hay regreso, todo consiste en ir…, ir a cualquier pueblo, a cualquier cruce de caminos -sin importar cual se toma-, al mar, a Madrid, a… Esa es la metáfora más hermosa de la historia de Octavio.
Camino de ida es una trepidante historia que si la empiezas ya no puedes dejar de leer. Por eso es mejor encararse con ella por la mañana, pues si abres el libro la primera vez por la noche, no duermes. Tampoco dejas dormir a quien tengas al lado, ya que la historia es divertida, corrosiva, tanto que al autor le importa una mierda el respeto debido. Y, ya puestos en ese tono, me alegra encontrar a un Carlos Gardel cuya única misión en el mundo es asesinar a Julio Iglesias por destrozar los tangos. Yo añadiría más, por destruir la música. Ganas me dan de marchar con el comando encabezado por Gardel en busca de justicia musical.
Pero no crean que todo es burla, ironía, sarcasmo. En su marcha hacia delante, que es como decir hacia ninguna parte, Octavio encuentra a personajes maravillosos. Empezando por Soldati, siguiendo por Gardel y pasando por gentes que han perdido la historia y que la buscan con ahínco, sin rechistar, en un tiempo que ya no es el suyo. Como esa historia tan hermosa de Grimaldi y su película para el oscar que todos los días rodaba sin film en la cámara, acompañado de Nora (o Beatriz), la única del grupo que guardaba en los ojos la insatisfacción de la realidad. O Gracita, la que en Madrid vende amor en solitario buscando el suyo imposible. O como ese escritor marroquí que nunca ha escrito nada pero que ha sido propuesto para el premio Nóbel de literatura. Personajes destartalados, humanos, tan hermosos que a veces la risa se mezcla con algo salado.
En Estudio en Escarlata Carlos Salem nos leyó fragmentos del primer capítulo. Hizo bien, los primeros contactos con la historia enganchan, divierten. Pero luego uno va aprendiendo a amar a cada uno de los personajes de tal manera que, según se va acercando el final, aunque sea trepidante –al menos a mi me pasa eso-, deja de leer y busca otra cosa para luego volver a la historia. Así una y otra vez, con el fin de prolongar más el contacto con todos ellos y quizá también, consigo mismo.
Camino de ida no es sólo una novela, es una enseñanza. Y si no miren ustedes como nos alecciona cuando uno se encierra con su frustración mirando con rencor el mundo: No se puede vivir echándole la culpa a los demás de lo infeliz que eres, porque ser un infeliz también es una elección, pero una elección de mierda. O como cuando encuentra a Ingrid, una mujer del tipo de las que viven en la veintena hasta que una mañana se despiertan con cuarenta y cinco y ningún recuerdo. O esta otra metáfora tan triste e impactante que por si sola bien vale todo un comentario, estaba gastado por miles de días iguales y sin novedad.
¿La historia? Mejor léanla ustedes y disfruten de su hermosura en estos días veraniegos. Se convertirá en una compañera inolvidable.

SALEM, CARLOS: Camino de ida. Editorial Salto de Página. 219 págs. Madrid, 2007. ISBN: 978-84-935635-2-3

Gracias, Cuco


http://desculturizate.blogspot.com/2008/07/le-llaman-garufa.html


LE LLAMAN GARUFA

(Alberto Rivas)

Uno suele ser un cabrón..., o mejor dicho, le tienen acostumbrado a ser un cabrón, es decir; yo no nazco cabrón y desde pequeño voy para cabrón con todas las de la ley y todas mis asignaturas de cabrón aprobadas. Pero uno a veces es un cabrón porque tipos como éste le hacen a uno convertirse en un cabrón.

Uno no dice que tiene amigos escritores hasta que esos amigos triunfan, escriben, publican e incluso, como es el caso, ganan premios, es entonces cuando un cabrón como yo, deja bien claro que desde el comienzo supo que ese otro cabrón era grande. Cosa que, ¿para qué mentir? no sirve de nada.





Este es Carlos Salem. Hoy Carlos Salem es un jodido cabronazo con suerte porque mira lo que se encuentra uno por la web.

"El argentino Carlos Salem ha obtenido el premio Memorial Silverio Cañada a la primera novela negra publicada con la obra Camino de ida"

Carlos lleva Publicadas 2 novelas en la editorial Salto de Página (unos locos que parecen de fiar)



"Camino de Ida"



y la reciente "Matar y guardar la ropa"

Camino de ida es la que está cosechando las buenas opiniones gracias a su peculiar uso del humor frente a las situaciones comprometidas del día a día, cuando ese día a día incluye ver morir a tu mujer y embarcarte en un viaje... extraño.
Matar y guardar la ropa aun está calentita y se recomienda en diferentes revistas como novela ideal para el verano. Nada que tenga que ver con Danielle Steel.


y entonces uno se siente que te cagas y deja de negar que es un cabronazo porque todos esos vasos vacíos han servido para algo.


Hace año y medio que entré en el Buko por primera vez y he sentido muchas veces como la intensidad de la vida, aflorando por cada uno de los poros de mi cuerpo, se mezcla con el humo y la poesía de ese bar. Hoy es el día de Carlos y le rendimos este pequeño homenaje aun a sabiendas de que odia las mariconadas. (:D) El es el de detrás de la barra y solo quiere que os calléis, ¡cabrones!, por lo demás, es el guardián perfecto de la última copa de la noche, el pirata que siempre esperas que venga ante la mediocridad del pueblo inglés o simplemente, ese tipo de ahi que seguro que sabe de motos.

No digo nada más porque no me sale de los huevos. Solo os dejo su blog para que lo experimentéis y una enhorabuena algo pegajosa y escueta, tanto, como la gallina que trajo un día a mi estudio...

Brazos Carlos!

Publicado el 24/07/2008

Libros a pleno sol

AZANCOT, N. / ARJONA, D.

El reportaje completo, con recomendaciones literarias para el verano, en:
http://www.elcultural.es/Hist_print.asp?c=23677

Los autores en lengua española han solido gozar de fortuna a la hora de acometer la novela policíaca. A destacar entre los últimos sobresaltos el protagonizado por el argentino Carlos Salem, escritor amén de dispensador de excelentes drys martinis en su bar malasañero, con una original intriga que ha gustado a todo el mundo y que se desarrolla en un camping nudista: Matar y guardar la ropa (Salto de página, 18’50 e.). Y no hay que perder la pista las oscuras historias de Willy UribeSé que mi padre decía (El Andén, 19 e.)–, Fernando MaríasEsta noche moriré (451 Editores, 14’50 e.), David TorresNiños de tiza (Algaida, 20 e.)– o David Gistau –Ruido de fondo, Ediciones B, 17 e.)–.

En El Ideal de Granada

(Excelente artñiculo de JESUS LENS para EL IDEAL DE GRANADA, sobre novela negra y verano. Reproduzco el arranque, pero recomiendo su lectura íntegra en el original)

http://www.ideal.es/granada/20080712/cultura/crimenes-bajo-literario-20080712.html

CRIMENES BAJO EL SOL

CUANDO escuchamos hablar de novela negra y criminal, automáticamente pensamos en ambientes grises, brumosos y oscuros. Noches de lluvia cerrada, gabardinas y sombreros. Pero el género policíaco también puede irse de vacaciones (ahora mismo está en Gijón, en la Semana Negra) y acontecer en veranos calurosos, ciudades turísticas y épocas vacacionales como esta. A fin de cuentas, sabido es que el mal no descansa.

Así, en su más reciente novela, 'Matar y guardar la ropa', el argentino Carlos Salem lleva a sus personajes a la costa del Mediterráneo, en pleno verano, para alojarlos en un lujoso cámping nudista donde, por haces del destino, el protagonista de la historia se reunirá no sólo con sus hijos sino también con su ex mujer, el nuevo novio de ésta y un amigo de la infancia. Lo que no tendría nada de particular si no fuera por el detalle de que Juan Pérez Pérez es un asesino a sueldo al que han encargado vigilar, muy de cerca, a alguien relacionado con su pasado.

Baños de agua salada a la luz de la luna, excitantes noches de fiesta y diversión organizadas por los responsables del cámping; sexo al amanecer, aprovechando el frescor matutino y largas siestas a mediodía, en la oscuridad de los bungalows, excelentemente acondicionados. Y todo ello, sin ropa sobre el cuerpo. Lo malo es que, a la parte lúdica de todo verano en la costa mediterránea, Carlos Salem le incorpora las sevicias de una profesión tan ingrata como la de sicario. Porque se trata de uno de esos trabajos que, obligatoriamente, has de llevar a casa por las noches y que, en verano y con la familia, se va de vacaciones contigo.

Dotada de un gran sentido del humor y haciendo una ácida e irónica crítica social a muchos de los males que aquejan a la sociedad española contemporánea, 'Matar y guardar la ropa' es una novela estupenda que está dando mucho que hablar.

En el blog de Sánchez Dragó y elmundo.es


(A continuación, el texto de la reseña escrita por Fernándo Sánchez Dragó, que una vez más vuelve a rindar su apoyo a una novela mía no sólo desde la pantalla de su programa LAS NOCHES BLANCAS, sino también en letra impresa. Gracias otra vez.
Y antes de que me olvide: la foto es de José Naveiras, el hombre capaz de estar en varios sitios a la vez y más cuando es para hacer un favor a alguien. Gracias también, Pepe)

(el texto en su post original, en
http://www.sanchezdrago.com/blog/?p=129

http://www.elmundo.es/elmundo/2008/07/16/dragolandia/1216193942.html


DRAGOLANDIA
Lecturas de verano

Carlos Salem es argentino, regenta un bareto minúsculo en el barrio madrileño de Malasaña (tómense allí una copa… Está en San Vicente Ferrer), lo abre todos los miércoles a los poetas que quieren leer en público sus versos, publicó hace cosa de un año su primera novela, titulada Camino de ida, que era espléndida, y vuelve ahora a las andadas con otro divertidísimo relato de serie negra que no sólo no desmerece del anterior, sino que lo supera. Lo publica con el mismo sello editorial: Salto de Página. Se titula Matar y guardar la ropa. La acción ―más veraniega, imposible― transcurre en un camping nudista de Murcia y es trepidante, pero no escalofriante, pese a la crudeza de su planteamiento, porque el humor ―cáustico, sarcástico, mordaz, caníbal― la atempera siempre. Reirá después de haber temblado, temblará después de haber reído. Hay, por si lo dicho fuera poco, tórridas escenas que se la levantarían a un muerto. No sobran. Un retrato de nuestra época. Cinismo, pimienta y piedad. Una revelación. Un hallazgo. Un novelista que me ha reconciliado con la novela. No era fácil. Estaba harto de ese género.

¿Salem? El nombre marca. Este argentino es un brujo. Seguro que en su bareto sirven hechizos. Bébanse su libro a mi salud.


Matar y guardar la ropa, en ESQUIRE



sss