(Lamento el retraso, pero, entre que no me enteré del asunto hasta el domingo, y la falta de internet en casa, me pierdo las mejores cosas: la pornografía que alimenta el alma, la ocasión de conectar al instante con tanta gente inconexa, y las propuestas como la de Dani…)
No creo demasiado en los espejos, aunque se me cuelen sin cesar en cuentos y novelas, míos y ajenos. Creo que el espejo fue la primera tele que alguien inventó para ver la vida en un recuadro sin la peligrosa tentación al salto que imponen las ventanas.
Espejos en la Dama de Shangai y todos los homenajes de celuloide que te llegaron más tarde, siempre tarde, Orson.
Espejo pelota y cínico, prehistoria de los asesores de imagen modernos, que le amargaba las mieles del poder y del joder a la madrastra de Blancanieves.
(Pensadlo un poco: Una reina, que está buena, que lo tiene todo y que acaba envidiando a una pavita en paro, que se lo curra sin contrato de asistenta de siete solterones que viven en el extrarradio. ¿Crees que si no fuera por el jodido espejo, hubiera llegado a disfrazarse de vieja contrabandista de manzanas chungas? Ni de coña. )
También está el espejo que no lo es del todo, como en aquella peli de sinatra, que era cantante o algo así (qué raro), y no recuerdo qué coño pasaba, me parece que le cortaban las cuerdas vocales o puede que fuera algo que deseé con siete años, la primera vez que vi la peli. El caso es que, antes de marcharse silbando, sobre el final, el tío se mira en el reflejo de un escaparate, en plena noche, y se ve como un fantasma al que le han embargado la sábana. Acojona. Yo lo he hecho alguna vez y acojona. Pruébalo, Dani.
También está el espejo que no lo es del todo, como en aquella peli de sinatra, que era cantante o algo así (qué raro), y no recuerdo qué coño pasaba, me parece que le cortaban las cuerdas vocales o puede que fuera algo que deseé con siete años, la primera vez que vi la peli. El caso es que, antes de marcharse silbando, sobre el final, el tío se mira en el reflejo de un escaparate, en plena noche, y se ve como un fantasma al que le han embargado la sábana. Acojona. Yo lo he hecho alguna vez y acojona. Pruébalo, Dani.
Espejos vocacionales y con puta moraleja, cómo el río en el que se miraba el perrito con un hueso en la boca, y parecía tan chulo que el cachorro soltó su hueso real para pillar el de su reflejo y se quedó sin los dos (¿por qué que contaste ese cuento cuando niño, viejo, si tú también pensarías que tenía una mierda de moraleja’).
Espejos en las meninas, en los techos y paredes de mis primeros hoteles por horas en argentina, con tanta repetición de carne que no sabías dónde meterla, pero al final atinabas.
Espejos en las meninas, en los techos y paredes de mis primeros hoteles por horas en argentina, con tanta repetición de carne que no sabías dónde meterla, pero al final atinabas.
Espejos de parque de atracciones, tal vez los únicos que no mienten del todo,.
Espejos de cuerpo entero y espejos compasivos, que por su brevedad y ubicación, sólo te muestran a trozos y puedes escoger tus trozos que aún te gustan.
No creo, de verdad, que los espejos sean la puerta a otro mundo, por los que pasa a gatas Alicia, mostrando apenas sus braguitas rosa (Lewis, Lewis, bribón, qué suerte has tenido de vivir entonces. Ahora, estarías acusado de pederasta y en un plató rosa de cutrevisión, respondiendo a las acusaciones de la mamá de Ali, y con puto polígrafo conectado en el capulllo...)
No creo, de verdad, que los espejos sean la puerta a otro mundo, por los que pasa a gatas Alicia, mostrando apenas sus braguitas rosa (Lewis, Lewis, bribón, qué suerte has tenido de vivir entonces. Ahora, estarías acusado de pederasta y en un plató rosa de cutrevisión, respondiendo a las acusaciones de la mamá de Ali, y con puto polígrafo conectado en el capulllo...)
Tampoco he creído nunca en la sentencia que condena a los ojos a oficiar de espejos del alma. Para empezar, un poquito de física y de óptica, señores: si el alma está dentro, mal podrían los ojos mostrar fuera los contornos de tu espíritu… salvo que fueran como esos espejos con trampa que tiene la poli yanqui en los cuartos de interrogatorio, para que el detenido meta la pata y el teniente listo-pero-divorciado-porque-su-mujer-prefiere-follar-con-un-médico, lo pueda trincar y descargar toda su frustración de mamporrero del sistema. En todo caso, si miras a los ojos de la gente, si miras ve verdad, casi todo los que ves son legañas, una pregunta fija, y la oscuridad tubular de un sumidero. ¿A que sí?
Espejos que adelantan, como los de un manojo de cuentos-delta que tenemos por escribir Inés y yo.
Espejos que adelantan, como los de un manojo de cuentos-delta que tenemos por escribir Inés y yo.
Porque la perfidia de los espejos, de los míos, al menos, es que adelantan.
Y no porque te muestren lo que ocurrirá, ni gaitas parecidas. Sólo me putean. Me muestran con 47 tacos, con menos dientes y ganas de incendiar el palacio de invierno y el de otoño, si pilla cerca, me engordan la cintura, me encanecen la barba… Esos espejos, mis espejos de las casas en que en vivido, digamos los últimos 22 años, conspiran para engañarme con realidades virtuales y banales, truquitos de 3D, maquillajes de cristal con mala leche. Espejos que mienten sin remedio, porque por dentro, lo que sólo yo puedo ver, sigo siendo el chaval bastante imbécil y despistado que iba por los caminos con una mochila enorme al hombro y sin preguntar nunca adónde iba ni de quién se iba. Pos eso dejo que los espejos se erosionen y se arruguen con sus farsas de efectos especiales: porque ni siquiera su conjura ancestral puede llegar tan lejos y tan hondo.
Como los árboles, pueden disfrazar de vocación de sombra sus ramas, pero el que sabe ver, los mira y sabe que son, en realidad, estaciones de suicidio, que esperan al candidato a ahorcado a la vera de todos los caminos.
Y aún así, como los espejos, no pueden andar,
Como afirma la leyenda astutamente difundida por la conjura reflejante, puede que romper un espejo provoque 7 años de mala suerte. Pero da un gustirrín…
Como los árboles, pueden disfrazar de vocación de sombra sus ramas, pero el que sabe ver, los mira y sabe que son, en realidad, estaciones de suicidio, que esperan al candidato a ahorcado a la vera de todos los caminos.
Y aún así, como los espejos, no pueden andar,
Como afirma la leyenda astutamente difundida por la conjura reflejante, puede que romper un espejo provoque 7 años de mala suerte. Pero da un gustirrín…