lunes, 5 de marzo de 2012

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Ella nunca le dirá que él retorna para vengarse

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Marcelo Luján.
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RAÚL ARGEMÍ
Alguien, ya no recuerdo quién, dijo hace tiempo que una novela negra se reconoce —como una de aquellas tragedias de los tiempos de Sófocles— porque se puede resumir en un duelo entre el destino, lo prefijado, y la voluntad del héroe.
Hasta la llegada de Eurípides, y especialmente de Aristófanes, que pusieron en duda la inevitabilidad del sino —porque ya los griegos desconfiaban de sus dioses—, el héroe rebelde terminaba siendo víctima del camino que había elegido.
Y es así que algunas novelas se hacen negras, saltándose los manidos cánones de un supuesto género, porque, como en la tragedia griega, hay alguien, al principio del camino, que advierte o quiere disuadir al héroe de avanzar en esa dirección.
Moravia, de Marcelo Luján tiene esas características.
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… le tocó el brazo a modo de llamada. Antes se secó el sudor con un pañuelito blanco: el movimiento fue delicado e imperceptible y no impidió que repitiera lo que él sabía de sobra.
Y le susurró en inglés, sin mirarlo:
-Ya sabes que no estoy de acuerdo con tu plan. Que me parece absurdo.
Él hizo como si no escuchara la frase de su esposa, como si el entorno y la situación fuesen no lo más importante sino lo único.
-¿Me oyes?..
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La que advierte es Lidia Míclav, la mujer de Juan Kosic.
Él prefiere no oír el reclamo, la advertencia. Porque él un día, hace años, se fue de su casa en un pueblo perdido, y ahora retorna. Se ha convertido en un triunfador. El mejor bandoneonista de Nueva Orleans. Y es moderadamente rico. Muy rico, si se compara con aquel Juan que emigró, expulsado de su hogar por una bofetada de la madre.
En esta historia, los protagonistas son emigrados o hijos de inmigrantes. El reclamo de Lidia Míclav, hija de emigrados, de Praga a EEUU, nunca será completado. Ella nunca se dará el permiso para decirle a Kosic que, de alguna manera, retorna para vengarse. Pero sí sabe que algo va mal. Que ni en el puerto de Buenos Aires, al que llegan en 1950, ni en el tren que los llevará luego cruzando pampas interminables, parece suceder nada del otro mundo, pero algo malo acecha.
Moravia, título que remite al origen checoslovaco de Juan Kosic y su mujer, Lidia, tiene ese aliento oscuro de El astillero, de Onetti. Esa sensación de que la selva espera, acecha, y en ella, o a la vuelta de la esquina, sucederá una desgracia.
Marcelo Luján construyó esta novela sobre un fragmento de El extranjero, de Camus. Una breve historia que se cita. Un desconocimiento y una muerte, que castigan por igual a la víctima y a los asesinos. Uno, muchos, hemos leído El extranjero. Se necesita una mirada especial, tal vez de necesidad profunda, para construir sobre un fragmento, y no puede hacerse sin llevarse una sombra del original. Me refiero a queMoravia se narra con algo de la lejanía, del distanciamiento de la novela de Camus.
Digo esto y reparo en que me repito, porque, para mí, los personajes de Onetti podrían haber protagonizadoEl extranjero.
La otra parte de la historia, los que esperan al bandoneonista, sin saberlo, en Colonia Buen Respiro, completará la tragedia: su madre y su hermana. Su hermana, sometida, y su madre, rabiosa hasta la maldad. La rabia de quien malvive en un pueblo sin futuro, y casi sin presente.
No voy a contar más porque, aunque uno recuerde el fragmento genitivo de Camus, con lo que conocería de antemano el fin de esta historia, lo que importa es cómo está narrada y no vale perderse una línea, porque no sobra ninguna.
Sí, digo, que es una novela con dos ritmos, dos tiempos complementarios. El primero es de preparación, y nos lleva, por todo lo dicho de Onetti y compañía, con la sensación de que algo muy malo está por suceder. El otro, concreta la amenaza con una crudeza y economía de palabras que se agradece, porque no falta ni sobra nada.
Moravia señala un autor tal vez poco conocido, pero con una escritura madura. ¿Qué alguno dirá que no es una novela negra? Tal vez no ¿Y a quién le importa eso, si es una muy buena novela? De frikis está empedrado el camino del infierno.
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MORAVIA
Marcelo Luján
EL ALEPH EDITORES

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