lunes, 24 de junio de 2013

A ver cuánto

Apenas te he visto tres veces
y ya andas batiendo tu tambor
por mi sangre y mis neuronas.

Tengo tu sal en la boca y los dedos,
esta sed tuya que sabe a cerezas
y sólo puedo calmar cuando te bebo.

Puede que la curiosidad matara al gato
pero yo soy un tigre sin jaula tentadora
que ya no caza solo para pasar el rato,
y más que cobrarse piezas, las devora.

Pero conozco las leyes de la selva,
que convierten al cazador en presa.

Sé identificar el peligro
cuando el peligro me sonríe,
con deseo de esclava
y exigencia de diosa.

Esos ojos no desmienten lo que dices.
Ese cuello es la llamada de un mordisco
que nos borre, con caricias, cicatrices.

Esa boca dispara unas sonrisas
del calibre necesario
para herir o besar,
que en tu caso,
viene a ser lo mismo.

Esas caderas marcan el ritmo de las nubes.
Esos pies, que dibujan la alegría al separarlos.
Ese coño, que tiene la edad de tus miedos
pero es más generoso, mucho más sabio.

No sé quién caza a quién
en este claro
entre dos penas de animales tan humanos.

Y sin treguas,
te propongo explorarnos,
a ver
cuánto placer
nos cabe entre las manos.

jueves, 13 de junio de 2013

Talleres Presenciales Intensivos en julio

Aprovechando que en julio viajo poco (¡por fín!), y que había interés en los talleres presenciales, pues que haremos dos el mes que viene.

¿El Lugar? 
Taller de ilusiones (Calle San Bernardo, 99- Madrid. Junto al Metro San Bernardo)


¿Las fechas? 
Sábado 6 de julio: Taller intensivo de Minificción El tamaño Sí que importa. 

Sábado 20 de julio: Taller intensivo de Poesía : "Hallar tu propia voz"


¿El horario?
de 11 a 14 y de 15 a 18. 

¿El precio? 
50 euros 

¿El descuento?
Estudiantes y parados: 40 euros

¿Más información?
carlos.salem08@gmail.com 
655 910 185


¿Los programas?


Taller de Poesía "Hallar tu propia voz"



Duración: Intensivo. 6 horas.

Fecha: Sábado 20 de julio
Horario: de 11 a 14 y de 15 a 18. 


Objetivo: potenciar la voz poética individual de cada alumno, a partir de la realización de 
ejercicios, listas de lecturas y análisis de trabajos previos o surgidos durante el taller.

Se recomienda enviar poemas por mail antes de la realización del taller, para conocer el estilo 
de cada alumno.
Se trata de pulir ese estilo, analizar puntos fuertes y débiles para potenciar unos y reforzar 
los otros, y detectar qué clase de poemas quiere escribir el alumno, a la vez que se amplía 
el panorama de sus lecturas poéticas para enriquecer su obra. 
Incluye nociones para leer sus poemas en público de modo que pueda comunicar
 con mayor fluidez.


Aspectos a explorar:



El ritmo,con y sin rima.

El corte del verso.
Sentido y dirección.
Ampliar el campo poético.
Nuevas imágenes y metáforas.
Cómo cerrar un poema.
Terminar para volver a comenzar.

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Taller intensivo de minificción El tamaño SÍ que importa


Objetivos:  El microrrelato es un género con identidad propia, heredero según muchos expertos 
de las primeras narraciones orales, y presente a lo largo de la historia de la Literatura. En los 
últimos años ha despertado el interés del mundo editorial y se multiplican los libros y antologías 
dedicados a la ficción más breve. Por otra parte, la propia brevedad de las piezas de minificción
 facilita la detección y corrección de vicios narrativos, y facilita el desarrollo de los puntos fuertes
 de cada narrador. Es, por lo tanto, un excelente laboratorio para pulir el estilo y  aprender 
a contar lo que queremos contar. Por sus propias características, el microrrelato obedece
 a determinadas reglas y cuenta con numerosos recursos, que se ofrecerán en los dossieres 
prácticos. Pero la präctica, cuando se trata de escribir, es fundamental, por lo que el taller
 contará con numerosos ejercicios orientados hacia los diferentes registros de minificción. 
Se propone al alumno una serie de ejercicios, acompañados de apuntes teóricos, 
para practicar al mismo tiempo se se incorporan los nuevos conceptos. 
Se apoyará la teoría y  la práctica con lecturas profesionales destinadas a descubrir 
y aplicar las claves de la minificción.

Duración: Intensivo. 6 horas.
Fecha: Sábado 6 de julio
Horario: de 11 a 14 y de 15 a 18. 



PROGRAMA GENERAL

¿Qué es un microrrelato?
La “fórmula de la minificción.  
Definiciones. La estructura.  
La extensión. 
Características habituales. 
El doble sentido del lenguaje.  
Intertextualidad: la complicidad del lector. El valor del título.
Divisiones innecesarias.  
Breve historia del microrrelato.  
Autores clave en el género.   
El español, un idioma importante en minificción. 
El bestiario como uno de los puntos de partida. 
El Diccionario del Diablo. El humor como recurso.  
Personajes conocidos: aliados para contar más en menos espacio. 
El final como elemento vital del microrrelato: no sólo una sopresa.  
Preparación del final. 
El título, más que un título.
El lenguaje preciso. 
Recordatorio de elementos y recursos para revisar un microrrelato. 
El elemento fantástico, un terreno fértil para la minificción.  
El pequeño gran terror.  Los nuevos maestros del género. 
Cómo desarrollar nuestro propio estilo. 
El lirismo en minificción. 
¿Microrrelato o micro poema? 
¿Qué tipo de historias? Toda clase de historias. 
El diálogo como  poderoso recurso. Nociones de diálogo. 
Discurso directo e indirecto. Puntuación correcta.  

Algunos ejercicios del talletr
Escribir microrrelatos a partir de fotografías dadas.
Escribir un microrrelato a partir de una fotografía elegida por el alumno.
Escribir un microrrelato basado en un personaje de ficción conocido (Intertextualidad)
Escribir un microrrelato  en el que el título tenga un papel fundamental.
Escribir un microrrelato en primera persona, en forma de monólogo. 
Escribir dos microrrelatos a la manera de Ambrose Bierce en el Diccionario del Diablo.
Escribir un microrrelato, con un tema dado, en el que el final juege un papel decisivo.. 
Escribir un microrrelato sobre personajes conocidos, mezclando a dos personajes de ficción.
Escribir un microrrelato mezclando a dos personajes históricos.
Escribir un microrrelato de terror en primera persona. 
Escribir un microrrelato fantástico que incluya una frase dada.
Escribir un microrrelato basado en diálogos sin inciso (guiones).
Escribir un microrrelato de tipo policial que no supere las 200 palabras.
Escribir dos microrrelatos a partir de un relato dado.

Los ejercicio que no se finalicen durante el taller, podrán ser enviados por  e-mail 
para su corrección y comentario.

¿El profesor? 

CARLOS SALEM SOLA nació en Buenos Aires, y reside en España desde 1988. 
Ha publicado sus obras en Español, francés (Editorial Actes Sud), Alemán e Italiano. 
Organiza semanalmente las jam session de poesía Se buscan Poet@s 
y  de minificción El tamaño sí que importa.
Es profesor del Centro de Formación de Novelistas de Madrid
 y dicta talleres de narrativa y poesía en España y Suiza, 
además de realizar asesoría de novela por video conferencia con diferentes países. 

Novela:
*Camino de ida (2007, Premio  de la Semana Negra de Gijón y finalista del Prix 813 en Francia)
*Matar y guardar la ropa (2008, Premio Novelpol y Premio Paris Noir), 
*Pero sigo siendo el rey (2009, Finalista del Prix SCNF,finalista Premio Dashiell Hammett y ganadora del Premio Mandarache), 
*Cracovia sin ti (2010, Premio Intenacional Seseña de Novela) 
*Un Jamon Calibre 45 (2011, Finalista del Premio Dashiel Hammett)
*El huevo Izquierdo del talento (2013)
*El hijo del Tigre blanco (2013)

Relatos:
*Yo también puedo escribir una jodida historia de amor (2008) 
*Yo lloré con Terminator 2 (Relatos de Cerveza-Ficción), (2009)

Poesía:

*Foto borrosa con mochila (2006)
*Si dios me pide un bloody mary (2008), 
*Orgía de andar por casa (2009) 
*Memorias circulares del hombre-peonza (2010), 
*El animal (2013)
 Teatro

*El torturador arrepentido (2011). 
 .









lunes, 10 de junio de 2013

Poema en ayunas

Dos bandos irreconciliables
mis amigas.

Unas lamentan que ya no sea
aquel cabrón jactancioso
que iba contando polvos
como el que cuenta los charcos
que ha pisado en cada esquina.

Dicen que has llenado de almíbar
mi poesía.

Otras celebran
que por fin hable de cosas
que le ocurren a cualquiera
que me sepa vulnerable y mortal
y conozca el miedo a perder
en el momento exacto
en que voy ganando.

Dicen que ya me lo merecía.

Aumenta la hostilidad entre ambos bandos.
Pronto comenzaran los ataques preventivos.
La guerra parece inevitable y lo sabía.

La próxima vez que nos veamos
amor
quitate el alma
y déjala caer a los pies de la cama
que yo volveré a desnudarme
de los uniformes a medida
que me han cosido mis amigas
para zambulirme en ti
y revolcarnos en salado almíbar
o beber el vino de tu copa que nunca se vacía
mientras la gente
afuera
se mata por decidir
si eres buena o mala

para mi poesía.

sábado, 8 de junio de 2013

Cada verano la llevo a ver el mar


(Un relato de Yo lloré con Terminator 2)




Estoy harto de majaras. De verdad. Cada vez son más. Y todos se me pegan. Estoy en el bar. En este bar. Antes iba a muchos bares, porque todos me parecían el mismo. Pero desde hace un tiempo sólo vengo a este, que recuerde. Aunque no recuerdo mucho. Está Lola. Y eso hace una diferencia. Me gusta Lola, con sus caderas sólidas y su cintura estrecha, con todo ese pelo que está vivo y esos ojos capaces de acojonar al más valiente. O al más mentiroso, que viene a ser lo mismo. Yo nunca he sido muy valiente, porque si no te enteras del peligro, no tiene mérito. Y en cuanto a mentir, con ella no me apetece.
Esta noche será una de las peores. Me lo dice el hueso mal soldado de mi mano izquierda. Si al menos recordara con quién o para qué peleaba cuando me la fastidié, el bulto de la mano sería algo parecido a una medalla inútil y no otra pregunta que no me interesa contestar.
Se abre la puerta y entra ese padre de familia en domingo. Ahora sé que es domingo. Será por el chándal caro que viste el tío, o por la cara de ver los partidos en una tele de tamaño gigante. No sé. Pero es domingo, el bar está casi vacío y se sienta a mi lado.
Le pide a Lola whisky del bueno y cuando se lo sirve, ordena que deje la botella, como habrá visto hacer en las películas del Oeste, en su tele de tamaño gigante. No me gusta como mira a Lola y no es por el paseo por su culo o su escote. Son su culo y su escote y yo no tengo nada que ver con ellos, no quiero tener nada que ver. Es mejor así. Y todos los tíos se los miran. Es la forma en que el padre de familia lo hace lo que me molesta. Bebe rápido y mirando a los costados, no disfruta. Los que beben así lo hacen a menudo pero no saben beber. Hay que beber despacio, para que el líquido al caer vaya lavando algo o lo queme sin prisas.
—Cada verano la llevo a ver el mar —me dice.
—Eso está bien —respondo sin ganas mientras saco un puñado de cerillas del bolsillo y empiezo a contarlas. Estoy harto de majaras.
—Ya. Pero a ella parece que no le alcanza. Siempre quejándose, siempre hay algo que no le gusta. Y no es que lo diga, ¿sabes? La muy puta nunca dice nada, va de víctima, pero sus ojos, sus ojos que nunca me miran de frente, sus ojos sí que dicen. ¡Y no lo soporto! ¿Tengo yo que soportarlo?
—Supongo que no.
—Desde luego que no. ¿Acaso no me deslomo trabajando? Y ella, siempre con los celos, siempre desconfiando. No lo dice, pero sus ojos, joder, sus ojos. Como con el coche. ¿Es que un tío que se ha pasado la vida trabajando no tiene derecho a comprarse un buen coche?
Me muestra un llavero de diseño, con la marca Audi en el centro:
—¡Si lo compré pensado en ellos, coño! Tiene airbag para todos los pasajeros, ordenador de a bordo, todo. ¡Lo compré pensado en la familia! Es el gris metalizado que está fuera. ¡No veas cómo se liga, con esa máquina!
-Lo imagino —respondo mientras dejo de contar cerillas. Tal vez no sea necesario.
—Pero ella que cómo lo vamos a pagar, que el niño necesita esto y lo otro. Y mira que hacía tiempo que no se quejaba hablando. Pero claro...
—Los ojos.
—Eso. Los ojos. Yo soy un tío normal, un padre cojonudo, vale, bebo de vez en cuando un par de copas. ¡Y cómo iba a imaginar que aquella guarra tenía ladillas! Pero ella no dice nada, sólo me mira y cuando le pregunto, cuando le digo que qué coño mira, enseguida esconde la cara, como si fuera a pegarle. Y hacía meses que no se me escapaba una mano. Meses.
—Ya está ahí —interrumpe Lola, mientras mira con odio al padre de familia. La conozco. Está a punto de estallar. Y el odio de Lola me ahuyenta, parece incluirme.
—Déjalo por mi cuenta —respondo y también me refiero a mi vecino de taburete—. No es para tanto.
—Vale, pero que lo haga en otro sitio. Además, luego se mea en los coches de los clientes —dice ella. Y me alcanza dos cervezas.
—¡Mi coche! —exclama el padre de familia y amaga con salir. Le agarro el brazo con más fuerza de la que pensaba, supongo, porque me mira sorprendido.
—He dicho que yo me encargo. Perdona un momento.
Y salgo.
El Loco está sentado en la plazoleta frente al bar. Como siempre que se descubre solo y viene a buscarme. Es un loco muy educado y saluda a todo el mundo:
—Que tengas buena noche —me dice, como siempre.
—Lo mismo para ti —respondo, como siempre.
Le ofrezco un cigarrillo y una cerveza. Fumamos y bebemos un rato. Después me mira, como siempre, y le digo:
—Vamos.
Caminamos hasta la curva, un centenar de metros más abajo. Nos detenemos en el centro de la calle y El Loco, como siempre, dice:
—El cielo debe estar en otra parte.
Y se tiende en la carretera, con los brazos abiertos.
Yo me tiendo en la otra dirección, mi cabeza tocando la suya.
Y esperamos.
Al rato se acerca un coche, la luz estalla sobre nosotros, se oye una frenada brusca y nos esquiva. Se detiene a prudente distancia y el conductor nos insulta. Parece que va a bajar, pero se lo piensa mejor y parte, con chirrido de neumáticos.
Me siento. El Loco sigue tendido pero le alcanzo un cigarrillo encendido y digo:
—Vamos. Habíamos quedado en un solo coche por vez.
Me mira, parece comprender y se pone de pie.
Es un buen loco, El Loco. Vive en el solar abandonado, entre las malezas y las ruinas de una casa derribada por el tiempo. No es uno de esos farsantes vividores que montan un número para llamar la atención. Él se tiende en la carretera, cuando le sopla el viento dentro de la cabeza, a esperar que venga un coche que lo lleve de viaje. Y no finge. Lo sé porque las primeras veces le tiré mi coche encima y tuve que frenar a último momento, porque no se apartaba.
En realidad, no mira hacia los coches, sino hacia el cielo. Cuando se siente deshabitado, viene hasta el bar y se pone a fumar en la plazoleta, hasta que salgo. Y si no estoy esa noche, si no me entero, se tiende en la carretera frente al bar, a esperar los coches. Pero casi todas las noches estoy en el bar. Me tuve que inventar lo del límite para reducir las probabilidades de que algún conductor borracho lo atropelle sin enterarse siquiera. Por eso, cuando aparece, me lo llevo hasta la curva y esperamos juntos. Lola cree que sólo hablo con él. No lo entendería.
Cuando volvemos calle arriba, veo un Audi gris metalizado. Flamante. El Loco y yo meamos sobre el coche durante un rato y me entretengo admirando los detalles de la tecnología avanzada.
Cuando nos despedimos, saluda:
—Que tengas buena noche.
Y se va a buscar el cielo, que seguramente está en otra parte.
Cuando entro en el bar, es obvio que el padre de familia se ha bebido buena parte de la botella. Y también que está diciéndole chorradas a Lola, que me mira con cara de ultimátum.
—¿Qué? —dice el tío — ¿Ya le has dado lo suyo al loco ese?
—Sí. Me hablabas del coche y de que a tu mujer no le gustaba...
—¡Puaj! No le gusta nada de lo que hago, pero bien que se cuida de hablar. Es que cuando me enfado, no soy yo, y tengo la mano pesada, ¿sabes? Toca, toca qué músculos. De joven hacía pesas, pero desde que me casé con ésta, el único ejercicio que puedo hacer es levantar sus tetas caídas y últimamente, ni eso. ¡Pero en mi casa mando yo, que soy el hombre! Y cuando me cansé de jilipolleces, no sé, descubrí que cuando la sacudo, al día siguiente está más suave, no digo cariñosa, pero por lo menos me mira menos. ¡Una vez me dijo que me iba a denunciar, a mí! Ahí me pasé, porque hubo que llevarla al hospital y nos gastamos una pasta en medicinas. Pero no dijo nada. El médico venga preguntarle que cómo se había hecho eso, y ella que se había caído de la escalera... ¡Y vivimos en un bajo!
Le pido otra Mahou a Lola, para distraerla antes de que estalle.
—Es guapa, tu novia —dice el padre de familia bebiendo lo que queda de whisky—. Lo digo sin faltar, ¿eh? Pero así tienen que ser las mujeres: con carácter, no como la mía, que en cuanto le das una hostia se pone a llorar.
—Pero por lo menos no te denuncia...
-—Ya se cuidará de hacerlo. Y esta vez tampoco —se acerca y me habla confidencial—. La muy tonta teme que me desquite con el niño si me denuncia. ¡Cómo si yo fuera a pegarle al niño sin motivo! Es que no tiene cultura.... Yo leo, veo películas. ¿Sabías que si les pegas con una toalla mojada luego no quedan marcas?
—Eso está bien, para que no se note cuando la llevas a la playa...
—¿Ves? Tú me entiendes. Yo seré estricto, pero cada verano la llevo a ver el mar. Y eso que a mí me gusta la montaña... Bueno, me tengo que ir que mañana se trabaja. Ha sido un gusto hablar contigo.
Paga, saluda a Lola y se va. Ella no quiere mirarme. Pago y me voy.
Mi viejo coche está, como siempre, aparcado con una rueda sobre el bordillo. Abro la puerta y quito la barra que fija el volante. No recuerdo quien me la regaló. Como si alguien fuera a robar mi coche. Por una vez arranca sin empujar, pero lo dejo ir cuesta abajo. Después de doblar la curva veo el Audi a un costado de la carretera.
No se va muy lejos con dos neumáticos desinflados.
Bajo y el padre de familia, deslumbrado por los faros y por el whisky que le baila en la barriga, no me reconoce.
—Joder, menos mal que ha parado. Es que algún hijo puta me ha...
Ya no sigue, porque cuando te pegan en las costillas con una barra de hierro, un par de neumáticos desinflados parecen menos importantes.
Levanto la barra otra vez.
Me temo que le quedarán marcas. 
Estoy harto de majaras. De verdad.