O admito que me conozco demasiado y no me quiero ver despierto.
Esos días con redacción de ultimátum para nadie,
que nacen atardeciendo, y sin tenerte a mano de mis manos,
cuando me pesan los años, y me aplastan los destierros.
Nada grave, que diría don Ángel.
La vida, la muerte. Nada grave.
Jornadas en las procuro olvidar quien fui o como me llamo,
enemigo a muerte de mi mismo por sólidos motivos,
emboscadas en las que no te escribo ni te busco temprano.
Esos días, que saben a sopa de ceniza y tienen el color de mi colada,
salta la alarma en tu instinto de gacela con garras de pantera y llamas,
con esa voz tuya que me lame las angustias, y me cambia las mañanas.
Nada grave, que diría González.
El tiempo, el amor. Nada Grave.
Digamos que hoy me levanté otoñal,
pero hablé un rato contigo
y ya tengo los bolsillos llenos de veranos.
Cuando quieras/puedas
ven a buscarlos.
1 comentario:
Tenía ganas de verlo escrito, me gustó mucho.
Saludos.
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