Hace unos años, cuando en el Bukowski club jugábamos en serio a que la literatura se bebiera unas copas y que quitara el refajo, Gonzalo Torrente Malvido, Gonga para unos pocos, era el crítico más feroz y el más feliz cuando descubría un talento entre el humo del local. Por ese tiempo, Igor Heras le hizo de memoria esta exacta caricatura y yo este poema inexacto. Se fue. Me enseñó lo que no está en los libros, me dijo que tenía que seguir escribiendo para matar mis demonios, que yo escribía porque no me aguantaba a mi mismo, y que ese era un buen combustible. Se fue. Ni él ni yo creemos en eternidades, que no cunda el pánico en el cielo ni hace falta esconder a las angelitas de minifalda que por allí pulularían si el cielo existiera. Pero esté donde esté, estará en otro bar, pegado a la barra, sorbiendo un chupito de whisky y leyendo la vida sin prisas, como una novela por escribir.
Salud, Gonga. La borrachera de esta noche, va por ti.
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