Voy a salir de la cama, para buscar los retazos de mí
que anoche dejé caer en la escalera.
Me toca una vez más pelearme con el gato
para que haga sus cosas en el lugar correcto,
como si yo lo hiciera.
Terminar de escribir esa novela juvenil
porque quiero y no porque tengo que venderla.
Y aprender a extrañarte si no estás,
de un modo que no te salpique ni me duela.
Demasiadas tareas para un puente de diciembre
que si pienso en ti me huele a primavera,
y para un viejo novato que nunca supo ser feliz sin redes
y creía conocer cada respuesta.
Me has cambiado todas las preguntas
y no hay "chuleta" que resuma tus caderas.
Eso es lo bueno de este dulce desconcierto:
sé que te traes, pero será siempre una sorpresa.
Contigo hasta una pena es una fiesta.
Gracias por eso y por todo lo que venga.
Me pongo en marcha,
debo ocupar las manos y la mente hasta que vuelvas.
Después,
estarán muy atareadas en decir a tu piel
lo que nunca podré decirte en un poema.
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