CABALGAMOS
Sabes
que los perros de la memoria
muerden
pero ya casi no ladran.
El porvenir nunca viene
-que ya lo advirtió don ángel-
pero vienes tú
derritiendo aceras
licuando soledades.
Los perros huelen mi sangre
como yo huelo tu carne
con hocico de mastín
con el rabo desafiante.
Y no hay futuro/ ni presente/
ni pasado/ pero hay aquí/ ahora/
tú/yo/
y un domingo que se abre.
El mañana es el placebo
que se inyectan los cobardes
y en este cuarto anochece
siempre a las seis de la tarde.
Los perros
hoy
aúllan para nadie.
El sol, cabreado,
busca a la luna
en vano.
Está desnuda en mi cama.
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