Los veo pasar de la mano.
Las veo pasar de la mano.
Y solo un imbécil señalaría
en ellos o en ellas
diferencias o anomalías.
Siguen siendo dos
pero con esa envidable ingenuidad
que les hace creerse uno o una.
La unidad que le descose
el dobladillo al tiempo.
Una bellísma bestia con dos corazones
que se empeñan en latir al compás
de su secreto a voces.
Creen haber inventado el sexo
y están en lo cierto.
El sexo es más que carne contra carne.
Es un poema que escriben con el cuerpo.
Las veo pasar. Los veo pasar.
Son un cuadro pintado
con los ojos cerrados.
Una fotografía que la vida
acaba de revelar.
Un color que antes de ellos o de ellas
no existía.
Cuando doblan la rectitud de las esquinas
se pierden de vista y suspiro aliviado.
No quiero ver
como la misma vida
que les dio
esa nitidez rotunda
empieza a despintarlos
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