He gastado media vida viendo a las mujeres por pedazos:
una clavícula (por lo general la izquierda)
una nalga una teta un pubis en sutil confluencia.
Amorosos fragmentos en los que volqué el prosaico concepto de belleza.
Suena superficial
lo sé
pero para encontrar tesoros se excava desde fuera
y yo solo veía del mapa los fragmentos.
Una vez me enamoré durante mes y medio
de la redondez de una rodilla.
Y durante un verano quise los dos párpados de una muchacha
hasta que descubrí lo que escondían.
Así viví hasta ahora
amando piezas de un puzzle femenino que me asustaba completar.
Porque una mañana cualquiera
veía desde lejos una oreja que no correspondía a esos tobillos
o unas manos que afrentaban el par de hombros tan queridos.
Por no hablar del ojo impertinente que comenzó a juzgarme
desde un oblongo ombligo.
Y ya nada era lo mismo.
A ti
en cambio te vi completa
la primera vez que te desnudaste en tres segundos.
Te vi completa como un científico
ve de un pantallazo la formula perfecta
o un escultor intuye bajo el mármol la sirena.
Y me gustó tanto y todo
que no supe si quedarme con tu vertiginoso cuello
con esos brazos de palmera
(la imposible predilección por uno de tus pechos)
las asas del balancín de tus caderas
los agujeros negros de tus ojos
tu boca besada por el vino
la rosada y perfecta rúbrica de tu coño
tu vientre partido que lleva mi lengua en dirección obligatoria
o las interminables y queridísimas piernas.
Por no hablar del vicio de tu nuca
la invitación al pecado que grita desde tu espalda
o tu culo y su tentación respingona.
Podría seguir falange por falange
pestaña por pestaña.
Pero ante la dificultad para elegir cualquiera de tus partes
no me queda mas remedio que quererte entera.
Y eso
que hasta el momento
solo he hablado de lo de fuera.
Lo de dentro es un misterio al que me asomo a ciegas
porque cualquier clarividencia sería un insulto igual
a darte por sabida.
Y nadie sabe del todo
cómo es por dentro una pantera
nadie puede presumir de conocer el peso específico del viento
ni predecir tus arrebatos de cariño trepando la escalera
tus tormentas que nublan la mirada de los hombre del tiempo
o las ráfagas de tu deseo que despeinan los otoños
y los primaverean.
Ya no sé si este poema iba del clima
de tesoros o de rompecabezas.
De lo que estoy seguro
es de que intentaré tocarte sin mapas
todo lo de dentro
sin descuidar por supuesto
lo de afuera.
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