viernes, 15 de marzo de 2013

Prévert


     


Abro el libro de prévert
que me regalaste para que te conociera mejor
y en la edición de lumen     por fortuna
siguen habiendo páginas sin cortar
pliegos que no se pliegan
a su destino de piernas separadas y secas.

Supongo que estoy triste
o que ese es mi estado natural
cuando nadie me ve
y me veo todo el tiempo como si fuera otro
frente al amarillento mapa de un tesoro
que a lo mejor es el libro
y a lo mejor eres tú.

¿Qué hacer con él
contigo
con este miedo a los cuchillos en mi mano?

La ventana del techo está abierta
aunque es de noche y hace frío
pero dentro de mí también es de noche y hace frío.

Imagino tus pocos años
la primera vez que abriste un ejemplar del mismo libro
los ojazos bebiendo frases como rones dorados
imposibles en un parís que extraña el otoño y a vallejo

tus dedos acariciando la piel  de las palabras
por la pura lujuria de sentir
y porque te supiste ciega de repente
la sonrisa a solas cuando un verso
te dijo algo que ya sabías pero aún no habías aprendido
el dolor ajeno del poeta
como tu propio dolor que venía de camino.

Tal vez  recorriste un cuerpo ajeno y desnudo para leer en él tu futuro
o te acariciaste el brazo para tocar a un ser humano
o te asaltó la urgencia de llamar a alguien
a las cuatro de la mañana
para compartir la buena nueva de unos poemas que no envejecen.

Quizás lloraste
de emoción en un parque
de pena en un desfile triunfal
de amor contra una almohada desconocida
de alegría por saber que nunca más estarías sola
mientras tuvieras un libro
como el que sostengo en una mano
en la otra el cuchillo y sus canciones de sirena
y el cigarrillo a punto de suicidarse desde el cenicero
como si no conociera su lento destino de brasa.

Hojeo el libro al azar
y acompaño a dos caracoles que van al entierro de una hoja seca
luego salto a tu poema preferido
y vuelvo a verte     desolada     pero entera.

Llego a un pliego sin cortar
y el cuchillo se acerca como si lo hubieran forjado para eso
toca las páginas pegadas
las recorre
con prudencia de amante nuevo en la primera noche
y se aprende de memoria cada poro del papel.

No hay dolor
sólo la celebración de los encuentros
mientras el cigarrillo cae al suelo sobre una revista cualquiera
y yo separo las páginas del libro
y me uno a ti
y la ventana del techo está abierta
aunque es de noche y hace frío
pero dentro de mí
también es de noche
y ya
no hace frío.

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