jueves, 21 de febrero de 2008

Dolce far niente

El verano en que cumplí los 18
supe que debía dedicar mi vida
a no hacer nada.
Dejé de perseguir a las muchachas
de mi barrio
y de los barrios adyacentes
abandoné mi promisoria carrera
de ladrón de coches
sin afán de lucro
renuncié a idear el futuro
como un ascensor sin botones
postergué mi sueño de una revolución
más sexual que comunista
y me arropé con la sombra de un árbol
a la orilla de mi río de deshielos
para leer las memorias de neruda
y otros libros vagamente prohibidos.


A la hora de comer
robaba unas manzanas
o cocía un arroz con huellas de carne y tomate
mientras alrededor
el resto de viandantes asaba vacas lentamente
a la sangre de las brasas.
Y sólo algún amigo fiel lograba invadir mi sombra
para planificar algún proyecto delirante
como el de construir un coche con desechos
y los motores de tres motos diferentes
o dotar de propulsión a vela unas cuántas bicicletas
para recorrer las cercanías.

Yo asistía a todo aquello desde lejos
y sin soltar mi libro por si acaso.
Dejé de pelearme con mi viejo
y de preocuparme por mi hermana
mi único esfuerzo vital consistía en leer
y en evitar que los demás que arrebataran
la delicia de no hacer
nada de nada.
Las muchachas que antes perseguía
y escapaban
comenzaron a rondar mi árbol
atraídas por mi ausencia.
En ese verano me surgieron tres trabajos
y no acepté ninguno
se me ofrecieron seis muchachas
y sólo rechacé a una
que era hiperactiva.

Se me ofreció el suicidio
me dio pereza
y le pedí que volviera
cualquier otro día.
Creo que me bañe en el río un par de veces
que no escribí ningún poema
que dejé de robar cubos de basura por mi barrio
para encenderlos en pira funeraria
a las tres de la mañana
y la gente que en primavera se quejaba
de mi andar interminable en busca de problemas
se preocupaba ahora por mi abulia.

Imagino que todo lo bueno tiene su telón
y el mío tuvo un color
tirando a verde oliva militar
Cuando llegó el otoño me reclutaron
para el servicio obligatorio
me extirparon del árbol
del río
y de la sombra
y si no me pegué un tiro
en la mitad del aquél infierno
por que supe recordar ese verano
el tiempo
en qué más cerca estuve
de la gloria.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

joder, me duele la muela.
quisiera decirte algo más
pero tengo que ir al seguro!!!

salud!

tayler durden dijo...

qué bien te sienta ser joven

Nicolás dijo...

que placer es ver la vida transcurrir a la sombra de un árbol, con el rumor de un rio cercano, sabiendo que lo único que hay que hacer es beberse la vida.

DEBORAH VUKUSIC dijo...

magnífico
ante el verde oliva
me largo a por el esperanza.
Deb