jueves, 12 de julio de 2007

País robado, país borrado

En un lugar del Cono Sur
de cuyo nombre y su dolor no he querido olvidarme
en marzo del 76 los hijos de puta tomaron el poder.
con tanques y delaciones
con una lista de candidatos a desaparecer.
Y los borraron a millares
sin dejar rastro
como para demostrar que ni la muerte podía existir
si ellos no querían.
Y si querían, la muerte desfilaba marcial por las avenidas
Para que la gente, aterrada, aplaudiera.

Yo tenía por entonces 16 años
y estaba más interesado en colarme entre las piernas
de las chicas de 18
en beberme la vida y sus licores
en odiar sin ganas a mi padre
sólo por ser un espejo- reloj
que me adelantaba 30 años
y una calvicie.

En la tele no mostraban nada.
En las radios no decían nada.
En la calle, la gente ponía cara de nada.
Pero sabías
que cada vecino era un enemigo en potencia
que si alguien desaparecía era mejor no preguntar
que la constitución estaba apagada por tiempo indeterminado
que los hijos de puta estaban ganando por goleada.


Y también
poco a poco te enterabas
de que los jueves se agrietaba el poder a golpe de pañuelo blanco
de viejas locas de mayo
de madres circulares paridas por sus hijos borrados.
Que el pasado no había sido otra serie de la tele
que no lo habíamos soñado
que seguía estando prohibido soñar
hasta nueva orden.
Y aprendías a odiar en secreto
de a poco, gota a gota
sin que nadie lo notara.
Puestos a borrar
habían logrado
casi
borrarnos la memoria.

Y mientras tanto
los hijos de puta cosechaban cabezas y riquezas
botines de guerra ante enemigos fantasmas y remotos
mientras tanto borraban a la hermana gemela
de una futura novia mía
cinco años mayor
pobre y dulce maría cristina
extirpada de hermana por el pecado de repartir panfletos.
Luisa, que enseñaba ballet en las chabolas
que creía en el mismo dios que justificaba a los hijos de puta
como si fuera un dios distinto
que desapareció una tarde del 77
de los pasillos de la facultad de periodismo
y la borraron creyendo que borraban a maría cristina
y en cierto modo lo hicieron
sólo que ella tardó diez años en desaparecer
un poco cada día.

Campos de concentración urbana
Gritos de gol del 78 a doscientos metros de los centros de tortura
aviones con vocación de submarino para sus pasajeros maniatados y dormidos
los libros eran leña de una hoguera de ideas calcinadas
y los cuellos dolían de tanto mirar siempre
hacia otro lado.

La tele seguía sin mostrar nada
la radio seguía sin decir nada
y en las calles
la gente ponía cara de yo no hice nada
de verdad, señor agente
se lo juro oficial
sólo éramos vecinos y ya me parecía que andaban en algo raro
“Algo habrán hecho”.

El odio te crecía recóndito
incomunicado
Sin habeas corpus posible, señoría
Y los generales se iban turnando en el sillón de borrar memorias.
Pero la economía se volvió insurgente
subversiva
se negaba a marchar al compás de sus tambores
la balada de Wall Street.
Y las Malvinas dejaron de ser dos borrones en el mapa
para convertirse en la mejor propaganda
del gobierno hijo de puta.
Y las plazas se llenaron de apoyos patrioteros
de banderas bicolores sin hoces ni martillos
mientras las madres circulares seguían cavando un surco de dolor
y cada jueves alguien se sumaba a la faena de cavar con los pasos.
En la tele y en la radio
los hijos de puta seguían ganando
mientras niños en zapatillas peleaban en las islas
y otros hijos de puta revendían en las capitales
los regalos que la gente mandaba para los héroes del Sur.
A nacho lo estaquearon en la nieve por volar con una granada
un almacén repleto de comida y rodeado por el hambre
de los soldados niños que lo invadieron.
Nunca supe qué le hicieron, pero al volver estaba roto
y se voló las pelotas cuatro años después
a la edad de 23.
Un buen día
la derrota de esa guerra de verdad
fue la victoria de la gente callada
y las teles empezaron a mostrarlo todo
y la radio a contarlo todo
y en la calle a la gente se le puso cara de esperanza.
Y salimos a la calle
y la tomamos
y nos juramentamos que ni olvido ni perdón
para los hijos de puta borradores
y soñamos otra vez con una justicia sin balanza trucada
y poco a poco
nos quedamos solos.

Acostumbrados a olvidar
querían olvidar todo lo que no habían hecho en esos años
olvidar a los muertos sin tumba ni nombre
olvidar que habían llamado a las puertas de los cuarteles
reclamando mano dura
olvidar que no sólo
los hijos de puta
habían sido unos hijos de puta.
Envejecidas, intactas,
las locas de mayo seguían trabajando de conciencia
para un país inconsciente.

A veces creo,
que si videla y compañía no fueron colgados en las plazas públicas
a lo mussolini,
fue porque no había cuerdas suficientes para todos
para millones
para el país de hijos de puta en que nos habíamos convertido

Cuando me preguntan si me vine por miedo
respondo que no
pero no es cierto
me vine por miedo
por terror
a terminar volviéndome
un hijo de puta más.

Donde nací,
al acto de irse se le llama "borrarse".
Yo me borré
antes
de que me borraran
la memoria.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Es la triste historia de muchos países, y de los que por salvar su culo señalan con el dedo para que otros lo pierdan.

Es muy crudo y muy bueno.

Ha habido una parte que me ha recordado mucho a la última escena de La lengua de las mariposas, que me impacto muchísimo la primera vez que la vi.

isabel dijo...

jooooder!

Ana Pérez Cañamares dijo...

ENORMES poemas, este y los anteriores.