jueves, 12 de julio de 2007

Cadáveres exquisitos

Voy con mis muertos a cuestas mis muertos cómplices famosos
que saltaron desde libros de la infancia fiebres adolescentes
insomnios sin dinero ni tabaco o maduros entusiasmos envidiosos.
A esos muertos les canto.
Canto a los que parieron maravillas en mesas de bares y despachos
en trenes estaciones calabozos
(alguna mansión que también los hay con suerte)
románticos violadores de cuartillas.
Esos no han muerto tanto.
Fueron dioses descreídos y sin planos
vanidosos farsantes imprudentes neuróticos viciosos tartamudos
llenos de voces que eran vidas prestadas
y por puro descuido me prestaron.
Con esos muertos canto.
Escritores que atormentan mis intentos
con la impunidad insolente de sus logros
la imperfección inmejorable de sus textos
el privilegio al fin de saberse protegidos
y escoger el final de su argumento.
De esos muertos me espanto.
Cómo igualar de chandler la porfíade cirrótico borracho sin temblores
ebrio de soledad harto de hollywood sin cissy ya
para qué quiero la vida suicidado en la jolla mientras yo nacía.
Cómo copiar de cortázar el delirio de clase media alta afrancesada
capaz de cronopiarse en la distancia
llevar en parís las voces del país que compartimos
y tocarles el culo a las palabras.

Cómo igualar de borges la ironía que lo hizo viejo antes de los veinte
que lo hizo sabio y niño a los sesenta
y lo volvió buen palpador de secretarias (no sólo las palabras tienen culo).
Cómo beber de bukowski la dulzura oculta entre brutales cucarachas
poética entre sabanas pringosas auténtica
en peleas tugurios y borrachas
y seguir siendo un gigantesco caradura.
Cómo tener de neruda la soberbia de jardiel la mínima estatura
de reed la rebelde incoherencia
el complejo que llevó a hemingway tan lejos
de boris vian que me dejen la locura
No me olvido de lorca ni de verne vonnegut dos passos o soriano
hammet bernard shaw o conan doyle manuel scorza
bertold bretch quevedo haroldo conti (siguen las firmas y la deuda crece).
A esos muertos les canto.
Espléndidos difuntos contagiosos viajeros en baldosas y bañeras
acechados por facturas y dragones que ya se sabe
resultan mucho menos peligrosos. y nunca te embargan las princesas.
En el lugar que estén -será una imprenta-
desaparecidos para seguir estando se reirán de sus viudas de papel
de los críticos que los redescubren cada diez años
y de los lectores que a cuestas los llevamos.
A esos muertos les canto.
De esos muertos me espanto.
Esos
no han muerto tanto.

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