domingo, 18 de octubre de 2015

Un pájaro de menos

Hoy no tengo poemas felices que vender
a cambio de una copa de caricias.

Hoy no escribiré una sola línea que transpire
mi cínica pero dulce confianza
en la raza humana.

Tampoco acudiré a los libros que me salvan de mi mismo
ni me haré el valiente
alardeando equilibrios de borracho
al borde de mis enanos precipicios.

Hoy.
Por un rato.
El mundo me ha vencido.

Nada particular.
Ningún cataclismo universal
que no hayamos visto por la tele.
Ninguna guerra nueva y además todas son la misma.
Ningún drama personal
de esos que dan de comer a los poemas.
Ninguna enfermedad terminal
salvo el amor y esa la disfruto.

Nada extraordinario que contar.
Solo un pájaro muerto
en una acera de Zaragoza
una mañana en la que el sol
parece haber salido del lado equivocado.

Un pajarito normal
gris
del montón
como todos nosotros
Incluso aquellos que nos creemos especiales
por enredar palabras
o confundir colores
o retorcer los sonidos que esconde una guitarra.

Parece dormido con el cuello roto
y un ala casi arrancada
y a lo lejos los penúltimos borrachos
canturrean la felicidad prestada de las fiestas del pilar.

Nunca me han gustado especialmente los pájaros.
Y admito que no es nada original mi odio a las palomas.
No sé si era un gorrión
o alguna variedad local del pájaro vulgar.

Pero volaba.
Hace poco volaba.

Y sé que no ha muerto de muerte natural.
Parece limpio y recién asesinado.
Si lo tocara todavía estaría tibio.
Y alguien acaba de matarlo
solo por que podía.

Acelero el paso y busco a los borrachos tardíos
que a estas horas ya son madrugadores.

Los alcanzo en la esquina de un bar
que acaba se abrirse bostezando
y uno de ellos,
el más borracho y el más alto,
le grita provocaciones a una pareja que camina abrazada.

Es él.
El asesino de pájaros vulgares
y por eso mismo irremplazables.

Él.
El arrancador de alas pequeñas para pequeño vuelos.
Tambien se llama gobierno, banca, estupidez obrera,
policia abusador, sindicalista corrupto, chivato del patrón,
o pobre de derechas.

Él ha matado a mi pájaro cualquiera
sólo porque podía.

Aprieto los puños y calculo
cuántas veces podré golpearlo
antes de que se recupere de la sorpresa
o me inmovilicen sus secuaces.

No demasiadas.
Puede que cuatro.
O sólo tres.
Llevo tanto tiempo sin entrenarme en el oficio de vengador de pájaros.

Me detengo en la esquina.
Si tuviera un arma lo mataría.
Pero no tengo más que rabia y un pájaro de menos.

Y el pobre y poderoso imbécil
se jacta sin saber
que él tambien
es un avecilla de cuello quebradizo
y que en cualquier momento
alguien le romperá el trabajo, el futuro o el cuello
sólo porque puede y sabe hacerlo.

Me digo que este pensamiento es solo una excusa
para no meterme en otra pelea que acabaría perdiendo.

Y me alejo
sabiendo que eso
es
y no es
cierto.

Zaragoza se despierta equivocada
y con un pájaro de menos.

Hoy el sol
salió al revés
pero el mundo
yo
y todos vosotros
seguimos siendo
la misma mierda.

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