Tan puercoespín como imaginarme Madrid sin vos.
Entonces, esas calles de la latina que siempre voy descubriendo
como pasadizos secretos que enseñarte (y que todo el mundo ya conocía),
pasarían a ser
simples percheros de piedra
para colgar turistas satisfechos.
Y este sol de otoño, regalito inesperado para desabrigarme la tristeza,
se convertiría en un color al azar
del catálogo pantone
de algún diseñador que nunca ha salido de su sótano.
Tan cocodrilo llorón y con motivos como caminar sin vos,
sin tu mano,
que siempre será un animalito suave
y tibio y fuerte,
envuelta en la mía, para que me sienta protegido y protector.
Tan flor embalsamada
como saber
que detrás del alto muro de ese colegio
ya no hay niños jugando
a que son dioses en miniatura
y con las rodillas llenas de raspones;
sólo dos altavoces oxidados
emitiendo una grabación antigua,
una montaña baja de hojas secas
en un rincón del patio,
y una pelota de plástico pinchada
y medio hundida
en un charco de color
verde desesperanza.
Tan lechuza sin sueños
porque no quiero dormir
si no vas a soñar conmigo.
Y esquivar los andamios como harías.
Y mirar con recelo a los perros grandes, como los miras,
(aunque sean el único de mis miedos
que he vencido),
y caminar todo el andén del metro
hasta el final
como lo harías,
pero sin vos,
y no querer mirar
a la vías.
Tan espantapájaros con DNI
como contarle poemas
a tus zapatillas de andar por casa
y dejar que me picoteen los ojos
los pájaros
de todo lo que hacés volar en mí
el día que ya no quieras volar conmigo.
Tan limón reseco al fondo de la heladera.
Tan avenida desierta y sin sentido
si no si te trae o me lleva
hasta encontrarnos.
No hay gimnasio capaz de entrenarme
para este ejercicio de dolor
de tratar de inventarme una vida sin vos.
¿Una vida sin vos? No la quiero.
Llevátela, tan cupón de descuentos y yo sin ganas de comprar silencios.
Y lo peor y lo mejor de todo
(tan péndulo de un reloj de arena)
es que me repito que no te has ido,
que sólo fue un malentendido
de dos acostumbrados
a entenderse demasiado.
Pero me aterra que un día descubras
que soy un nene con miedo
un mago al que se le escapan
todas las palomas
un pobre tipo que se creyó rico
porque tus abrazos lo hicieron millonario.
Tan de cartón piedra
esta coraza mía de canalla andante.
Tan diluvio la sequía si no estás.
Tan precipicio perderte.
Tan laberinto encontrarme si te vas.
Tan colibrí
como esperar temblando en el aire
a que tu próxima sonrisa
me conmute la condena
de una ciudad sin vos
una vida sin vos
un planeta sin vos.
Tu próxima sonrisa.
Tan bienvenida.
Si es que llega.
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