martes, 14 de octubre de 2014

Yo no estaba muerto. Y tampoco de parranda.

Que no, que yo no estaba muerto. Y tampoco de parranda.

Ahora que lo peor ha pasado (o no pasó lo peor y eso es lo bueno), ya puedo hablar. Parece broma:tantos años haciendo el indio, mandando señales de humo a mis pulmones, y sin verlas yo mismo.
Por suerte, pegó en el poste y esta vez el gol de la huesuda no entró.
Pero parece que faltó poco.
Y con esa no valen los empates.
Esa, si puede, te mata.

Fue en Francia y por suerte rodeado de mis buenos amigos del festival Toulouse Polars du Sud. Total, que si ellos no insisten, igual ni voy al médico, acostumbrado a llevarme a mi mismo de acá para allá aunque a veces faltara el aire, pero no las ganas de hablar, vivir, beber, fumar...
Fumar, ya no.
Nunca más.
Esto está claro.
La alternativa es perder por goleada. Y sin partido de vuelta.

Total: ambulancia, urgencias, las caras pesimistas y mi repentina incapacidad para entender ni una palabra en francés.
Tratamiento de choque.
Oxígeno, oxígeno y miedo.
No sabía yo que el miedo oliera a oxígeno, pero es así.
No atreverte a dormir por miedo a no despertar, a no poder decir lo que querías a gente a la que quieres.

Y poco a poco mejorar.
Pero seguir oliendo a oxigeno

Ahora toca reponerme y contestar a la gente (que en España y en Francia) se se fue enterando y quería noticias.

La saqué barata pero además del susto me perdí las charlas con estudiantes y los encuentros con lectores y todas las actividades del salón, incluido el mano a mano con mi hermano de Cuba Lorenzo Lunar, o las cervezas con Víctor del Árbol o Cristina Fallarás (con Rafael Reig lo suyo-nuestro que es el whisky), o un vin rouge avec Giles del Papas. Y las bromas con los voluntarios y voluntarias de la asociación, que son una de las tradiciones que me alegran el oficio de escibividor.
Nombrar es olvidar, ya se sabe.
Pero si sigo por acá es gracias al susto de Esther y Simón, a la diligencia fulminante de Roselyne, la solicita cordialidad de Roger, la preocupación de Jean Paul y Dominique Vormus, el cariño y la hospitalidad de Dolores e Isidro, que poco a poco me van curando. Y al personal de la clínique de l'Union y al Dr. Mouysset. Y a todos y todas los que forman las asociación TPS, y a todos y todas de la libreria La Renaissance, y... Interminable,la lista.

Desde que TPS empezó, hace seis ediciones, nunca he faltado de Toulouse.
Esta vez estuve en Toulouse pero no pude ir al Salón.
El Salón vino a mi en forma de un cuaderno con saludos de compañeros y lectores.
Cabrones.
Me hicieron emocionar.
Seguro que fueron las medicinas.

En fin, que no pienso volverme un jodido jomeinista antitabaco.
Sigo pensando que la vida es un camino de ida y la mía sigue yendo, a pesar de mis descuidos.

En unos días estarė otra vez en Madrid dando guerra, que hay libros que presentar y recitales que recitar.
Y que nos vemos en los bares.
Pero si me ven con un cigarro, no lo duden.
Denme una hostia.
O dos.
Y una cerveza, claro.

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