viernes, 26 de octubre de 2012

Estudio del amor y de la soledad.





Sotanovsky es un hombre solitario que conoce a una mujer solitaria. Juntan sus soledades y se mudan a un estudio de 17 metros cuadrados en la Calle de la Soledad.(Aquí se acaba la película si no ponemos un algo de drama, por lo que aparece un fantasma del pasado de ella o de él.) El fantasma del pasado se queda a vivir en el estudio. Y ya son tres. La unión es tan fuerte que logran superar el número impar. Sólo tienen que ponerse de acuerdo sobre los turnos para limpiar el baño y esas cosas. Llega un pariente del campo, de ella, y se enamora del fantasma del pasado de uno de los dos (decidir pronto de cual), pero se niega a dejar a su familia y la trae consigo a vivir en el estudio de la Calle de la Soledad. El perro es un problema al principio, hasta que le enseñan a limpiar el baño. Además, guisa mejor que ella. Llega una vendedora de cosméticos que se enamora de uno de ellos, creo que del pariente del campo, y se queda a vivir en la casa, aunque para disimular y como ya son muchos, cada día llega con un nuevo pedido de cremas hidratantes y pese a tener una llave, toca el timbre con una sonrisa en los labios. La vendedora no limpia el baño porque se estropea las uñas, lo que genera tensión en el grupo, y están a punto de llegar a las manos pero no queda sitio para pegarse y el perro se atrinchera en el balcón. Los gritos asustan a los vecinos, que nombran una comisión de seis que llegan para quejarse y exigir silencio, pero se enamoran de alguien y se quedan a vivir con la muchedumbre. Uno de los vecinos tiene un gato, que se enamora del perro. Pero los sentimientos nunca son exactos y surge el drama: el perro, en realidad, ama a la vendedora de cosméticos, que sólo siente por él una atracción carnal. La Protectora de Animales envía un emisario, que se enamora del portero, Don Vicente, y se mudan al estudio. Ya nadie limpia el baño y el solitario Sotanovsky y la mujer solitaria, se buscan entre la masa. Un día, por casualidad, se encuentran y huyen juntos, después de incendiar la casa. Pero antes limpian el baño. Se cuelan como polizones en un barco y en alta mar roban un bote con el que llegan a una isla desierta. Allí hunden el bote y dan rienda suelta a su amor desbocado. Pero la isla es pequeña y no se puede galopar mucho. A los tres días descubren que se aburren, son incompatibles, y desearían estar solos. En el horizonte crece una mancha. Es la vendedora de cosméticos que llega remando. El perro viene con ella.


(De Yo también puedo escribir una jodida historia de amor (Ed Escalera)

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