miércoles, 11 de octubre de 2017

Lázaro

Hoy murió mi padre.
A medio mundo de distancia, en este costado de mí donde se pudre todo lo que no le dije.

Cuando yo era un nene, esperaba que él fuera un superhéroe.
Y no supe ver que lo era, que lo siguió siendo cada día de esos 86 años que se acabaron anoche, aunque todos esperábamos a pie de página ese "te be continued" al que tanto nos acostumbró.

Deja detrás una familia frondosa, en la que su huella permanecerá, no como signo de propiedad, si no como las marcas del amor, invisibles y evidentes.

La última vez que lo vi en persona, hace unos meses, acababa de salir, casi intacto como casi siempre, de uno de esos valses que bailaba con la muerte.
Me fui sabiendo que una noche él no podría parar de bailar antes del final del disco.
La muerte también lo sabía, pero volvía desde hacía años a pedirle un baile más, a dejarlo ir para que regresara otra noche a decirle al oído esas cosas que les dicen los poetas a la muerte.

Al otro lado del mundo, un certificado médico dictamina que el baile de mi viejo se acabó.
Los certificados no tienen ni puta idea, son todo lo contrario de un poema.
Dicen que murió mi padre.
Yo solo sé que estuvo vivo
Te quiero, viejo.
Te quise siempre, como eras.
Te lo dije poco.
Porque vos sabías que yo sabía que sabías.
Y en ese juego de palabras me perdí un montón de abrazos.
Aprendí a no extrañarte para que esta distancia de medio mundo no me hiciera daño cuando este momento llegara.

Ahora tengo que aprender a extrañarte cada uno
de los días que me queden.

Nunca te dediqué un libro en particular, porque te los dedicaba todos.
Me hice escritor para cumplir tu sueño, en lugar de ayudarte a  cumplirlo.
Ahora no puedo dejar de serlo.

No puedo ordenar a mis palabras que dejen de llorar.

Soy tu sombra.
Antes de irte, dejaste el sol encendido, para volverme nítido.

Y aquí sigo, mirando al sol a los ojos, como si fuera ese Dios en el que creías, esperando una explicación que no podría darme aunque existiera.

Te llamabas Lázaro, por eso cada vez que te morías volvías a nacer.

A lo mejor esta vez alguien escribió mal tu nombre, ignorando que las palabras son la vida.

Me quedo acá, más vivo que nunca, porque se reparte entre todos los tuyos esa vida que te salía por los cuatro costados.

Más vivo.
Más solo.

Chau,viejo.
Nos vemos
como siempre
en los espejos.

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