miércoles, 25 de junio de 2014

Entrevista en Zero Grados

Entrevista de Paz Pérez en Zero Grados

https://zerogrados.wordpress.com/2014/06/19/carlos-salem-un-parado-de-lujo/

CARLOS SALEM, UN PARADO DE LUJO

Paz Pérez//
Carlos Salem es un escritor argentino nacido en 1959 y que veintiocho años después cruzó el charco para probar suerte dentro de nuestras fronteras. Y no le ha ido nada mal, ha publicado en menos de seis años más de quince libros; seis novelas, cuatro poemarios, cinco cuentos y una obra de teatro. Ha recibido por su labor múltiples premios, como el París Noir, dedicado a la novela negra o el premio Mandarache de relatos. Salem es un escritor polifacético que no tiene miedo a ningún género. Acaba de publicar Muerto el Perro y ya habla de su próxima novela que saldrá a finales de este año. En su trayecto ha desempañado trabajos muy diferentes, como el de taxista, que sin duda ha influido en sus novelas. Carlos Salem es una persona que se mueve entre la noche, acomodado sobre las barras de los bares e incluso, en alguna ocasión, detrás de ellas. En concreto del Club Bukowski, un bar de Madrid que permitía a todo aquel que lo deseara declamar sus versos ante el micrófono. Defensor acérrimo de la verdad, aunque no de la verosimilitud, y de la propiedad intelectual, Salem es el nuevo escritor de moda que detesta lo comercial.


Carlos Salem
Poe es un tipo común, que existe sobre las hojas negras de Salem, se erige como un imán al que todos los locos le cuentan sus historias.  Carlos Salem le describe como “mitad poeta, mitad hijodeputa”, y reconoce entre sonrisas que es un poco como él, “en las historias tiendes a exagerar al límite algo que tú has hecho”, confiesa el escritor. Cuando decidió que Poe tomaría decisiones lanzando cerillas contra el suelo, Salem también lo hacía “aunque terminé con esa práctica cuando me di cuenta que se equivocaba las mismas veces que yo”.
Poe no es el único, el escritor camina con sus personajes a cuestas. Camina, sin embargo, con equilibrio, por un cable que se alza sobre un océano de delirio y humor. No debe ser cómodo cargar con esa tropa de invenciones,  sobre todo si se trata de entenderlos. Alrededor del pañuelo que envuelve su cabeza revolotea Poe, Octavio Rincón, Aregui, Lidia… Un enjambre de criaturas inmenso que incluye a varios argentinos. Para Salem, “un novelista es un mentiroso benevolente, si no es un tramposo de mierda, que te cuenta una mentira maravillosa para llevarte de viaje y tú te la crees”, aunque eso sí, “el escritor siempre presta algo de sí.  Es otra manera de narrarse a uno mismo, a la vez  que te despojas de todo lo que tenga que ver contigo, dejando sólo el esqueleto”.
Despojarse de su voz árida de noctámbulo impenitente para Salem es una de las labores fundamentales de un buen escritor, “las buenas novelas son inverosímiles, pasan en un sentido que no podría pasar en la realidad. Al final una novela es exagerar al límite algo que eres, pero no te atreves a decir a través de ti mismo”. Sus novelas son historias aparentemente cotidianas que siempre terminan siendo delirantes. Sus personajes deambulan en cada folio sobre escenarios nocturnos porque “la noche está llena de muerte, de vida, de parejas que se hacen y se deshacen, de misterios”. Y todo esto siempre mezclado con un característico humor negro. Salem dispara tramas vertiginosas para defender, un poco en broma, un poco en serio, su género: la cerveza-ficción ya que, según dice, “La solemnidad mata a la literatura y le obliga a tomar viagra para pasarlo bien”.
Le cuesta admitir cuál de sus personajes tiene más que ver con él, sin embargo, reconoce que siempre hay un denominador común; “en general, son gente arruinada que, sin embargo, conserva un resto de dignidad”. Además, todos ellos son criaturas incapaces de pertenecer a la sociedad, aunque nunca cesan en el intento: “la sociedad dibuja un cuadradito y te encierra en él. Cuando sientes algo que te estorba en el alma ya no cabes en ese cuadradito que te hicieron. No es que mis personajes sean gente asocial, sino que de alguna manera les han expulsado de ese cuadradito, han intentado entrar y todos se han dado cuenta de que no les sirve… todos han intentado ser un buen marido, un buen hijo, una mujer ejemplar pero con los cánones equivocados. Prácticamente todos han querido hacer lo que debían hacer, pero no les ha servido. El problema es que no saben hacer otra cosa”, se apena el escritor.
Salem defiende que la sociedad nos moldea en cánones materialistas que poco tienen que ver con nuestro espíritu porque los seres humanos “somos monos vestidos, fieras apenas civilizadas pero con tarjeta de crédito”. Sus personajes, sin embargo, nunca cumplen estas características. Y aunque no lo quiere admitir abiertamente, él es un binomio de sus personalidades. Carlos Salem ronda los 55 años, entrado en carnes y con aspecto de pirata. Su cabeza la envuelve un pañuelo negro y su pecho lo cubre un ancla marinera, aunque este corsario ha sustituido el ron por la cerveza y le falta la calavera. Su perilla crecida es el elemento clave que le permite ser un tipo duro, de los de antes, esos que vivían en los bares y brindaban a la salud de las mujeres bonitas, esos que se han topado demasiadas veces de bruces con la vida.
Las arrugas de su frente delinean su humor negro y su profundo sarcasmo. “España es un país que no se sabe reír de sí mismo”, comenta el escritor, “por eso intento a toda costa que aprendan”. Salem tiene un estilo diferente, poco comercial y ahí reside su reciente éxito. El problema, para él, de que ahora los best seller sean los que son “no es culpa de los lectores, sino de los que se aprovechan de la poca educación y crítica de las personas para meter un libro por los ojos”. Pero él aún no ha colocado el cartel de se vende en la puerta: “la ventaja de ser un parado de lujo, no porque sea rico, sino porque como no vas a cobrar el paro hagas lo que hagas, es que te puedes permitir decirles que no te gusta como han tratado tu libro, a veces ocurre”.
Ha surcado por los mares literarios desde bien joven: “la literatura me acompaña desde niño, sobre todo la poesía. La poesía viene del griego y quiere decir crear. Es el arte más antiguo, el hombre empieza a contar historias memorizándolas,  para que se memoricen las dota de cierta belleza formal y antes de que existiera la escritura ya existía la poesía. Yo antes de escribir ya pensaba versos que me definían”. Pero hasta 2007 no comenzará a conquistar tesoros, el primero que le catapultará a la fama, Camino de ida. Desde entonces no ha podido parar de izar su bandera negra.
Su éxito se materializa en su última novela, Muerto el Perro. Mientras le pregunto por ella, saborea una tila rebosante de orgullo desde su lado de las gafas, empañadas sutilmente por el humo de sus frecuentes cigarrillos. Después me mira, con una expresión de escritor perdido: “Siempre parece que es una historia delirante, pero luego cuando la lees te quedas pensando: esto está como una pajada. Pero en el fondo te podría pasar, no tan así, lo que quise es compromiso con lo que deseaba decir”. Su caso tiene esa épica singular del escritor tardío que es “la de andar por casa”, así la define él: “Al principio no encontraba mi voz, pero me fueron animando, poco a poco lo fui consiguiendo y me organicé la supervivencia”.
Carlos Salem con su último éxito "Muerto el perro"
Carlos Salem con su último éxito “Muerto el perro”
- Cuando eras niño ¿esperabas llegar hasta donde estás ahora?
-Sí, (su tono burlón no anula la firmeza de su convicción). También me imaginaba que me iba a ligar a la chica más guapa de Madrid y también lo conseguí. Soñar cuesta muy caro, muchas veces es trabajo, es empeño. Yo soñaba incluso vender diez veces más, no por el dinero sino porque no quiero parar hasta que no vea a un chino descojonándose con mi misma novela, traducida sin matices. En Alemania o en Francia he publicado mucho, y aunque es otra forma de pensar,  los lectores se ríen de lo mismo que me reía yo cuando la escribía. Me lo imaginaba, sí, pero imaginaba mas cosas todavía.
Carlos Salem es indudablemente argentino, aunque vivir a caballo entre dos culturas siempre le hace sentir en tierra de nadie: “aquí me dicen que soy argentino, allí que soy español, yo prefiero el término argueñol”.  Allí trabajó de periodista y dirigió varios periódicos. Casi 20 años de trabajo que indudablemente ha influido en su forma de literatura: “el periodismo te hace perder el miedo al folio en blanco, el que cuenta eres tú y, a veces, aprendes a colarles una frase sin que se den cuenta”.
Esta profesión no es la que le determinó para contar historias negras: “lo cuentas como literatura no como denuncia. Mis novelas muestran lo que el sistema hace con el individuo, pero no son historias totalmente… aleccionadoras”. Tampoco cree que esa sea la misión del escritor, ni que exista tal cosa. Mantiene las protestas fuera de sus libros: “No necesitas comprometer tu obra, tienes que comprometer tu palabra. No quiero hacer de la protesta mi profesión, mi misión es escribir, como la de un médico es curar. Si luego el doctor quiere provocar una influencia sobre una causa me parece admirable, pero lo primero es curar. Porque si es un curandero desastroso, da igual el resto, no será un buen médico”.
Vino a España en 1988 por un proyecto periodístico que estaban intentando sacar adelante, pero aterrizó como desempleado, eso sí, de lujo. Decidió quedarse porque se sintió como en casa: “un marciano llega y a los seis meses ya es madrileño”. Ha desempeñado trabajos muy diferentes, como taxista, conserje y director de periódicos locales como el Faro de Ceuta o el Telegrama. También ha estado paseando su voz rasposa por todo tipo de micrófonos, desde los Diablos Azules, pasando por el Club Bukowski hasta el festival Getafe negro. Sin duda, el género que le define es la novela y el color el negro: “el ambiente de novela negra es más solidario que otros, los poetas, en general, son más cabrones que los novelistas”.
Este defensor del relato canalla tiene un público mayoritariamente femenino, sus versos pueden encontrarse en paredes de metro y baños de instituto. Incluso tatuado en el brazo de alguna de sus fans. Él se encoge de hombros cuando le pregunto acerca de eso, y responde con una sonrisa pícara que no es algo que le moleste: “Uno escribe para que le quieran, para quererse uno mismo. Lo que no hago es estar pendiente de lo que quieren las tendencias de mercado”. Su seguridad mezclada con cierta brisa de rebeldía es latente en cada una de sus respuestas, siempre defiende sus ideas con espada. Y a pesar de escribir para los demás, no tiene miedo al fracaso porque siente que nunca ha caído en esta situación. “Si al lector no le gusta mi novela tiene razón porque no es lo que estaba buscando: no es un fracaso, es un desencuentro”,  comenta convencido Salem.
-¿Qué relación tienes con las editoriales?
-El editor no es el malo de la película. A veces el escritor se amolda porque le gusta el éxito. Pero yo soy muy estadero, yo quiero tener éxito a mi modo, como yo escribo y como yo quiero escribir, con las historias que quiero contar.
No es difícil adivinar, a estas alturas, cuáles eran sus libros favoritos cuando empezó a leer. Los libros de aventuras. Especialmente los de piratas y bandidos. “Estos libros me enseñaron a saber cuando un escritor me respeta y cuando no”. Para Salem, la honestidad es algo que debe ir tatuado en todos los pie de página de la novela de un escritor, “el que es deshonesto y trabaja con presupuestos y prejuicios porque quiere vender movidas predeterminadas es un mal escritor. Un mal escritor no es solo el que escribe mal,  si escribe bien pero subestima al lector también es malo”.
-¿Qué libros lees?
Carlos Salem
Carlos Salem
-Yo de todo tipo. Me gusta mucho la poesía pero soy un gran lector de novelas. De todas las que te puedas imaginar, me gusta mucho leer desde muy pequeño, no hago asco ni a los clásicos ni a los que surgen ahora. No tengo tiempo para leer todo lo que quiero, pero nunca dejo atrás los clásicos ni las novelas que a mi me enseñaron a leer y a escribir.
Carlos Salem es un habilidoso malabarista de la palabra, y entre sus manos también baila la poesía. Un arte mucho más atrevido y que vuela más alto entre los trucos equilibristas de Salem que su género estrella: “la novela te obliga a hablar con la voz de un personaje, es como un actor demasiado tímido para poderse poner enfrente de los focos, pero se pone el papel delante y actúa”. Sin embargo, en la poesía utiliza su propia voz, sin tapujos, “la poesía para mi tiene un valor muy importante como medio de expresión”. Salem no tiene miedo a ponerse ante un escenario y verter lentamente un trocito de sí mismo sobre el público, es fundamental ser valiente en este arte “hay poetas de los cojones, sin cojones para escribir lo que piensan y acaban escribiendo lo que deben”.
Carlos Salem es el pirata negro que ha triunfado en apenas seis años de navegación, con valentía en proa y gritando al mundo que no le tiene miedo. Su forma de contar historias es diferente a la común: “Yo no soy un Pablo Coelho pseudofilosófico que sólo habla de las cosas buenas de la vida. A mí esa idea no me gusta. La vida es una masa que tiene todo tipo de ingredientes, buenos y malos, y que de vez en cuando te deja amasarla”.
-¿Qué crees que es el éxito?
-Es como los dibujos del coyote y el correcaminos, cuando el coyote salta a la otra punta del precipicio y queda al borde  y ves como va cayendo poco a poco,  aferrándose a la salvación con las uñas. Si conseguimos eso ya hemos llegado. Llegar al otro lado prácticamente es imposible.

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