Por Jara Santamaría (texto) / Julio Ulanga (fotografías)
Durante la noche de los libros, siete poetas, de siete nacionalidades distintas, se reúnen en FNAC para hablar de poesía. De su poesía. De la propia, pero también de la de su país. De aquella influida por la patria que en algún momento abandonaron. Dice Carlos Salem durante el evento que, para aquél que alguna vez ha dejado su hogar, el verbo “volver” aparece constantemente conjugado en su poesía.
Rosa Silveiro, poeta procedente de la República Dominicana, ha aprovechado la celebración de la Noche de los libros para reunir, mediante la III convocatoria del ciclo “llamando a la tierra”, a seis poetas latinoamericanos a hacer de esta noche un particular viaje a Latinoamérica mediante la poesía. A hablar de sus raíces, de la poesía más emblemática de cada uno de sus países, para reflexionar sobre el papel de la poesía latinoamericana a nivel global y también, como no podría haber sido de otra manera, para recitar sus poemas.
Comienza Lilian Pallares, colombiana afincada en Madrid desde 2001, comunicadora audiovisual y periodista, escritora y poeta, que menciona a Álvaro Mutis y a García Márquez con evidente orgullo. Porque la poesía es, dice, esa única arma contra el “clima de violencia y muerte” que azota su país, y Colombia ha sido quizás por ello cuna de importantes escritores y poetas. Ya lo cuenta un dicho popular: “a más poesía, menos policía”, y resultado de aferrarse a esas letras como a un clavo ardiendo surgen sus libros Ciudad sonámbula o Voces Mudas. Recita, y los versos se hacen música. La delicadeza y sensibilidad de su poesía habla del mar, de oleaje, de luz y de besos rotos.
e sigue después Alexis Díaz Pimienta, que con unos versos cargados de inocencia, demuestra cómo los niños pegados a los cristales de los aeropuertos son los verdaderos responsables del vuelo de los aviones, puesto que <>. Díaz Pimienta nació en La Habana y es escritor, repentista, investigador y docente. Sus obras, cultivando todos los géneros, han sido traducidas a seis idiomas. Se dice incapaz de resumir el amplio abanico de poetas cubanos, pero menciona a Regino Pedroso, así como levanta la bandera por aquellos jóvenes menos conocidos como Reina María Rodríguez o José Luis Serrano.
A continuación, Giovanni Collazos, poeta, que nació en Lima pero desde 1999 vive en Madrid. La inteligente mordacidad de sus versos retrata en algunos de sus poemas una visión crítica sobre la dura realidad de Perú, país que también vio nacer a su mayor influencia literaria: el poeta César Vallejo, así como otros nombres como Martín Adán, César Moro o José Watanabe, si bien, según afirma, la tradición literaria vive arraigada a Perú desde tiempos de la cultura Inca.
Llega el turno de Carlos Salem. De sus palabras, a veces nostálgicas, otras tantas atrevidas, de su particular visión de la infancia y la fugacidad del tiempo, extraídas de su nuevo poemario: Memorias circulares del hombre-peonza. Este poeta, nacido en Buenos Aires pero madrileño a día de hoy y desde hace ya unos años, aboga especialmente por la poesía de los bares, de los centros cívicos, de aquellos lugares propicios para encontrar nuevos talentos. “Pese a lo que muchos piensan, la gente joven no ha renunciado a la poesía”, apunta, y cita nombres como Jonás Gómez o Paula Jiménez para demostrar que la poesía argentina sigue reinventándose cada día.
“La poesía hace que las catástrofes no asfixien la armonía del universo”, reflexiona Óscar Pirot. Él, como los anteriores, vive en Madrid, pero él es mexicano. Estudiante de filología francesa, y por encima de todo poeta, ha publicado un libro de poemas:Memoria del agua. Si habla de la poesía mexicana, no puede evitar nombrar a Victor Manuel Mendiola, Octavio de Paz o Sor Juana Inés de la Cruz.
Santiago Tena es el último en incorporarse a esta tertulia literaria, y hace uso de un poema de Mario Benedetti para poner de manifiesto que los poetas <>. Uruguayo, nacido en Montevideo, vive también en la capital española. Sus poemas, recopilados en sus libros Última voz, La mansedumbre calculada yAunque Dios tenga sed, reclaman la autenticidad a fuerza de la pasión, fuerza, y en ocasiones angustia de sus versos.
Termina el recital, pero ellos permanecen hablando. Muchos de ellos se conocen, algunos incluso frecuentan los mismos bares de poesía y se reúnen en los recitales que allí se organizan. Otros aprovechan la ocasión para conocerse un poco más. La Noche de los Libros es esta vez una confusión de acentos, de poemas e impresiones. Del verbo “volver” tan conjugado que decía Carlos Salem y, sobre todo, de algo que acertadamente dice Óscar Pirot durante la tertulia: “nacimos en diferentes países, pero vivimos en los mismos libros”.
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