lunes, 15 de marzo de 2010

Mujeres con gato (VIII)




Para que conste en actas


Corresponde aquí desmentir la falsa hipótesis, difundida por supuestos eruditos, según la cual, una mujer con gato, de modo inevitable, puede ararte la espalda en arañazos durante un momento de frenesí, o cruzarte la cara de pentagramas rojos, si algo en tu conducta la hace erizarse en desconfianza.
La observación empírica demuestra que la mujer con gato suele llevar las uñas cortas y hasta se deja mimar, siempre y cuando le permitas fingir que no se da cuenta, por aquello de la imagen.
Pero esos mismos dudosos especialistas callan, acaso por fidelidad de vaya uno a saber qué intrincada conspiración, un hecho irrefutable: suele ocurrir que la mujer con gato, en mitad de la más tierna caricia, sin maldad ni intención, acabe arañándote el alma -si es que crees en su existencia-, o en su defecto cualquier otro recóndito recipiente destinado a guardar tus recuerdos felices y futuras nostalgias.
Para que conste: casi no duele.
Y cuando te lames la herida, sabe a té negro.
Y a mango.

4 comentarios:

Alex dijo...

Las uñas largas no arañan nuestra virilidad sino que nos hacen regocijarnos en ellas

Alex dijo...

Las uñas largas no arañan nuestra virilidad sino que nos hacen regocijarnos en ellas

Sagrario dijo...

Las mujeres gato se relamen esperando primaveras.

Burbuja dijo...

Hay también hombres con gato, que a las mujeres con gato, no despellejan hasta la última partícula que poseemos.
Éstos son muy peligrosos, dada su naturaleza andrógina, te arañan mientras maullamos, y nos comen las garras, mientras nos erizamos.