jueves, 23 de agosto de 2007

Buscadores de oro



Cuando tenía 20 años o alguno más
trabajé por unos meses
como conserje en un hotel de fracasados.
Y navegaba con la nevera llena de latas de cerveza
todas las noches en el charco de una lámpara.
Además de las putas más leales y los travestis
que no aceptaba casi nadie
la clientela eran viajantes de comercio
sin nada importante que vender
un astrólogo gordo y con dinero
otro flaco y con problemas de conciencia
y una legión cambiante de buscadores de oro.
Me daban pena
los buscadores de oro
que llegaban desde la capital
o desde el norte pobre
en busca del trabajo bien pagado y salvador.
Soldadores de altura,
maestros del cemento en bloques gigantescos
electricistas de cables como brazos
todos llegaban contando las monedas ahorradas para el sueño
mientras en la capital
o en la ciudades del norte calcinado
las familias esperaban y rezaban
como si rezar sirviera para algo.

Yo estudiaba todas las noches
preparando el viaje a una provincia más grande
con mejor universidad
junto a una novia que tenía
el culo más bonito de toda la ciudad.
Hasta que llegara ese día
vendía las cervezas de mi nevera a las parejas folladoras
de primer polvo y última hora
y consolaba con más solidaridad que paciencia
a los buscadores de oro que veían escaparse las pepitas.
La primera semana llamaban a diario
por teléfono
para avanzar en sus casas la entrevista salvadora
al día siguiente
para el gran puesto de trabajo
que les iba conseguir un tipo de corbata
que siempre
se llamaba Néstor.
Después, cuando el dinero se agotaba
y el oro seguía sin salir
llamaban menos
y a veces les dejaba llamar de desde mi mesa
y a veces les invitaba una cerveza
y los mandaba dormir cuando faltaba
una confesión de más para dejar salir las lágrimas.

El astrólogo gordo ganaba mucha pasta
y atendía a la gente en la cafetería de la avenida
pero vivía en ese hotel una vez por mes
cuando venía de gira
porque era un maldito avaro
que siempre le ofrecía a las putas
leerles la fortuna a cambio de mamadas.

El astrólogo pobre y con conciencia
tenía la misma pinta que los buscadores de oro
la semana en que empezaba a terminárseles la pasta.
pero siempre les decía algo bueno
y los pobres gilipollas llamaban a casa
asegurando que mañana si
que el lunes
que Néstor iba a recibirlos
y que empezaran a prepararlo todo para la mudanza.
Yo odiaba al gordo pero a flaco lo acusaba
cuando estaba borracho
de regar los sueños muertos de esa gente
y una noche me dijo con gesto serio
que prefería mentir
que contarles las penas
que siempre aparecían en su bola de cristal.

Una noche
un buscador de oro que entendió que nunca encontraría una pepita
se tomó un frasco entero de pastillas
y vomitó tanto que la pareja de adúlteros de la habitación de al lado
dejó el polvo a la mitad para avisarme.
El astrólogo flaco preparó un menjunje
con lo poco que había en la cocina
y se encerró a contarle mentiras felices
para seguir viviendo.
El gordo bajó a quejarse por el escándalo y lo mandé a la mierda
y a la noche siguiente, cuando hizo un viaje relámpago
a una ciudad petrolera
le dejé gratuitamente su cama
al travesti más pobre de la calle.

Por suerte y por horario
nunca los veía marcharse
las putas resucitaban cada noche
y los viajantes seguían viajando por inercia
pero los buscadores
sospechaba
se iban un poco menos vivos
cansados de creer en un dios esquivo
y con corbata
que siempre se llamaba Néstor.
Cuando aprobé los exámenes
apilé mis vaqueros en una bolsa
y cogí un autobús de madrugada
para buscar un trabajo
y una nueva cama que romper
con esa novia
que tenia el culo más bonito de toda la ciudad.
Y no pude evitar sentirme
un buscador de oro
a la caza de un futuro incierto
que nunca iba a mostrarme
ninguna bola de cristal
y dispuesto a romperle la cara
cuando llegara a destino
a cualquier tipo
que llevara corbata
y se llamara Néstor.

4 comentarios:

Violeta dijo...

Ayer, al marcharnos de la Jam, me dijiste "gracias como siempre, gracias", y me gustó:) Gracias a ti, Carlos, porque el Buk ya es otro de los lugares importantes de mi vida:)

Adrià dijo...

Y me llaman resentido!...

Leo Zelada dijo...

Yo creo que los que van al bukowski son buscadores de oro.

Anónimo dijo...

Si el banco embarga mi casa, que me la embargue, pero el Bukowski que no cierren nunca, por dioxxx.