
tiene esa pinta de viajero en el tiempo
al siempre le acaban perdiendo las maletas
y de ser el único espartano
que llegó tarda a las termópilas
porque dormía la resaca
de alguna griega trágica
o de una borrachera clásica.
No me cuesta nada imaginarlo
en la edad media
como al más pobre de los frailes franciscanos
ese sólo tenía para cubrirse
una manta de papel
y temblaba a solas
en la celda peor del monasterio
cuya ventana conducía
casualmente
al patio del burdel.
Creo que lleva dentro su propia torre de babel
una postal
de su barrio natal
allá en la atlántida
y el mapa para llegar
a cierto bar
al que no conviene entrar
antes llamado el aleph.
Pero no creas que el poeta de tristezas
cuando se detiene en nuestros días
se revuelca en el charco de sus penas
(aunque sospecho que le han dado
entre las sábanas
alguna que otra alegría)
el se levanta
construye una escalera de palabras
y sube
sube
y sube
como si no le importara.
Pero al llegar arriba
sonríe para dentro
que es como la sonrisa cura
o como duele
y bien lo sabe
el muy cabrón
suspira
el muy cabrón
y va
y se tira
para volver a empezar
desde el principio
en el tiempo que sea
que será el suyo
mientras queden tabernas y poemas